Alicia DeSa Torres de la Ceb.
Jean Dumont…de Buenos Aires, Argentina;
Es verdaderamente conmovedor este mensaje. Pero conmovedor hasta
la desestructuración, porque ¿cuántos de nosotros podemos no sólo sentir sino
actuar en función del amor sin límites de Jesús?
Ayer mismo una amiga reaccionó casi con enojo a un mensaje
bastante anodino, de esos que circulan por las redes llamando a la solidaridad.
Había dos o tres temas en los que se había sentido exigida esa semana, y se
quejaba de que se esperara más de ella de lo que ya estaba haciendo por los demás...
Algo que suele ocurrirnos cuando nos sentimos abrumados por las pequeñas cosas
cotidianas, sin medir la inconmensurable distancia que nos separa de la locura
del amor de Jesús, de su entrega total e incondicional. ¡Y nos sucede a quienes
nos decimos cristianos! A quienes nos consideramos buenas personas porque somos
honrados y compasivos, porque hacemos alguna obra de caridad y actuamos como
buenos vecinos...
De algún modo asocio este comentario que comienza con el símbolo
de la serpiente, al otro texto de Atilano sobre "la conversión de los
buenos" ¡Cuánto nos falta todavía para convertirnos "de justos en
hijos de Dios"! Para conmovernos hasta las entrañas y comprender que la
"conversión" no se hace de una vez y para siempre. En ese mensaje de
Atilano se menciona a un obispo de quien hicimos memoria justamente en estos
días: Monseñor Romero, a 38 años de su asesinato. Magnífico ejemplo de
conversión que se dio cuando se "con-movió", se "movió con"
quienes se sentían llamados a hacer justicia hasta entregar su vida por ello,
como lo hizo Jesús.
¡Qué pequeños nos sentimos ante esos gestos!... No es un mal
comienzo, sin embargo, para esta Semana Santa. La de poder contemplar la cruz
con esa mirada, sintiendo que tras el dolor y la muerte hay vida que renace y
se multiplica. Nunca el amor es en vano. El grano tiene que morir para dar
fruto.
Caminemos hacia la Pascua sintiendo lo que tiene que morir en
nosotros para renovarnos en la fe, para esa conversión permanente a la que nos
convoca quien nos amó primero.
Abrazo fraterno. Alicia.
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