viernes, 5 de abril de 2019

AMERINDIA.¿adonde fue a parar la conciencia moral? Rosa RAMOS.-

Esta es una de las perlas del Concilio Vaticano II. Sigo citando: “La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad.”

En estos días en Uruguay algunos se asombran, otros se desconciertan, no logran entender, otros sentimos una gran angustia. Salieron a la luz datos que corroboran la barbarie, la saña, y la falta de conciencia moral precisamente, de quienes operaron desde el poder militar torturando, matando y haciendo desaparecer personas, vale decir cometiendo delitos de lesa humanidad. Estos datos surgen de un “Tribunal de honor militar”, que al ser difundidos dieron lugar a la remoción de un Ministro, un Vice, a varios militares y entre ellos al Comandante en jefe de las FFAA que fuera nombrado dos semanas atrás, tras la expulsión de otro por injurias a los poderes democráticos. 

El dicho popular dice “a río revuelto, ganancia de pescadores”, en nuestro país –y en la región también- se ven demasiadas pérdidas. Aunque quizá sí podamos reconocer como ganancia el desenmascaramiento: que un secreto a voces dejara de serlo y se hiciera  público por declaraciones de los propios responsables. Es difícil dar crédito a la frialdad de ciertas afirmaciones sobre conductas aberrantes, pero va saliendo a la luz lo ocultado y negado durante casi 5 décadas. 

Esta realidad dolorosa, así como los hechos que dieron lugar a la reflexión anterior, provocan cuestionamientos, pues ponen en tela de juicio la conciencia humana, la conciencia moral.

El Concilio afirma la libertad y la conciencia humana como signos de la semejanza a Dios y de la eminente dignidad humana. La afirmación de esos rasgos humanos es teológica. 

¿Qué dicen otras disciplinas? A lo largo de la historia la Filosofía ha procurado responder a la pregunta ¿qué es el hombre? 

Un hito fundamental en la historia de la Ética ha sido E. Kant en el siglo XVIII. Para el filósofo alemán de la Ilustración, gracias a la razón el ser humano puede obrar con libertad, es decir decidir más allá de sus “inclinaciones” inmediatas o mediatas. Llama Kant “buena voluntad” a aquella que ordena categóricamente obrar según el deber y por deber. Ese deber no es heterónomo, no viene desde fuera, sino que es descubierto por la razón que todos los hombres poseen. Por eso es una ética autónoma, es la razón la que descubre en sí misma y ordena el deber moral. 

El planteo de Kant impregnó la filosofía y la teología posterior, podríamos decir que es el que recoge el Concilio, basta leer la cita de Gaudium et Spes con que comenzamos.

En el siglo XIX y XX surgen posturas historicistas y culturalistas que cuestionan la existencia de una razón universal, ajena a las condiciones históricas, culturales, económicas  y sociales. 

También aparece el psicoanálisis de S. Freud que plantea que el ser humano no actúa siempre guiado por una elección consciente. Este maestro de la sospecha pone en evidencia la existencia de motivaciones inconscientes, irracionales, que mueven muchas conductas. Sin embargo Freud no elimina la conciencia moral, sino que explica su existencia como introyección o internalización de las órdenes parentales recibidas en la primera infancia. Lo llama Superyo y sería la instancia moral del psiquismo, con un doble papel, censurar y reprimir acciones inaceptables por la sociedad y, por otra parte, presentar un ideal moral a seguir.

Lo que para Kant era el papel de la razón humana, para Freud es un patrón moral internalizado que luego actúa ordenando, premiando y castigando desde el propio sujeto.

Por otra parte filósofos como E. Levinas y W. Benjamin han planteado algo diferente tanto a Kant como a Freud, sería “el rostro del otro”, el rostro desnudo del otro el que me ordena “no matar”. Levinas acusa a la Filosofía de mucha razón griega y poco amor o fundamento bíblico. 

Otros autores en el siglo XX se preguntaron si existe una diferencia esencial entre el ser humano y otros animales o es sólo de grado. La Filosofía ha dado diversas respuestas y otras disciplinas como la Antropología cultural, la Sociología, la Psicología y últimamente la Neurociencia, siguieron haciendo aportes desde un método empírico e inductivo.

Lo “curioso” es que hoy varios autores haciendo estudios de la sociedad y la cultura actuales, señalan que el cambio ha sido tan grande que supone asimismo un cambio en las subjetividades, en la construcción del “yo”, y concretamente en la construcción –o destrucción- de la conciencia moral de nuestros contemporáneos.

Así Richard Sennet, sociólogo norteamericano ha estudiado compartivamente generaciones de diversos trabajos en su país y en Europa y planteado cómo ha afectado. Un libro que interpela mucho es “La corrosión del carácter”, se refiere precisamente al carácter moral y los valores.

Byug Chul Han, surcoreano que estudió Filosofía, Teología y Letras en Alemania, examina la sociedad actual siendo muy crítico respecto a ella. En esta sociedad del rendimiento, donde según el autor falta negatividad, todo se puede, no hay prohibiciones, el sujeto se convierte en su propio explotador, encerrado en su meta de producir y rendir más y más, sin límites, no desarrolla fuertes vínculos ni desarrolla una conciencia moral. Este autor en varios libros señala que esta sociedad no genera locos y criminales como las sociedades disciplinarias de los siglos anteriores sino depresivos y “almas quemadas” (síndrome burnout), vale decir mientras procura autorealización genera autodestrucción.

Me alejé del problema puntual de Uruguay, porque como dije, estos hechos que hoy nos afectan y cuestionan en varios países, nos conduce a análisis políticos (cómo convivir en la polis) pero también a profundos cuestionamientos acerca de la realidad humana, al proceso de humanización que por momentos parece entrar en callejones oscuros e inciertos.

Los hechos y horrores de los que partí y la frialdad de sus autores, ponen en tela de juicio todo el pensamiento occidental. Ni la razón universal de Kant, menos el rostro desnudo del otro detuvieron a los homicidas. No hay internalización freudiana siquiera, pero tampoco estamos  hablando en esos casos de las peligrosas consecuencias de la sociedad actual para formación de la conciencia moral. ¿Habrá que recurrir a H. Arendt y la banalidad del mal? No quisiera entrar por ese terreno, pero dejo insinuada su conocida postura frente al holocausto.


Avanzando en la Cuaresma sigamos interrogándonos y rogando ayuda para la conversión.

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