CRISTIANOS EN FIESTA
1.Invitados al banquete
mesiánico. “El reino de los cielos -afirma Jesús es un
banquete de bodas (Mt 22,1-14). “El cristianismo es una fiesta”, proclama el
movimiento de Taízé. Y también: “Cristo resucitado enciende una fiesta continua
en el corazón del hombre”. El desacierto en que hemos incurrido los cristianos
ha sido entender el Evangelio, la Buena Noticia, como un código de deberes y
obligaciones que hay que cumplir para hacer méritos para poder participar en el
banquete de la gloria. Jesús, por el contrario, nos invita a participar ya
ahora, en este tiempo presente. Lo que nos ofrece son los “manjares exquisitos
y vinos de solera” que había anunciado proféticamente Isaías para la llegada
del Mesías: “Preparará el Señor de los ejércitos, para todos los pueblos, en
este monte, un festín de manjares suculentos y de vinos de solera” (Is 25,6).
Con frecuencia se ha confundido el Evangelio con un códido de moral. Y muchos
cristianos han participado (participan todavía) de los manjares del banquete,
de los dones de Dios, como quien cumple obligaciones. Nuestros textos de moral
y nuestros catecismos nos señalaban en qué consistía la vida del cristiano con
los siguientes enunciados: “Lo que hay que creer”, “Lo que hay que recibir”,
“Lo que hay que orar”, “Lo que hay que obrar”. Todo ello tiene resonancias
de imposición que produce rechazo en la psicología humana.La vivencia cristiana
es, sobre todo, gracia, don, regalo, oferta, expresión de la amistad
divina del Padre-Madre, del Hijo-Hermano y del Espíritu vivificador. La
vivencia cristiana es mucho más que una simple moral o una dura ascética; es
una mística que enamora y embriaga.
2.Dones, no deberes. La llamada al amor a
Dios y a nuestros prójimos, más que una obligación, es un indicador en el
camino de la vida hacia la verdadera vida, vida de libertad, de amor y alegría;
es una llamada a asemejarnos a nuestro Padre-Madre-Dios y a nuestro Hermano
Mayor, Jesús de Nazaret que, como les definiría el teólogo Andrés Torres
Queiruga, “consisten en Amar”, son “Amor” (1 Jn 4,7-8).
San Agustín proclamaba:
“Ama, y haz lo que quieras”. No se trata primordialmente de una obligación que
hay que cumplir, sino de una iluminación que hay que agradecer. Vivir la
comunión con los hermanos en la fe, vivir la fraternidad, “ser uno” (Jn 17,
21), como señala Jesús, “tener un solo corazón y una sola alma” (He 4, 32),
como señala Lucas de los cristianos de Jerusalén, no es primordialmente una
obligación, sino una oportunidad que el Señor nos ofrece para satisfacer esa
necesidad íntima que todos tenemos de amistad y fraternidad; es una oportunidad
de gozar de la experiencia que canta el salmista: “Mirad qué bello, qué gozoso
es que los hermanos vivan siempre unidos” (Sal 133,1).
La escucha de la Palabra de
Dios, su contemplación, no es, primordialmente, una obligación, sino un
privilegio, “manjar y vino de solera del banquete del reino”, así lo han
saboreado y saborean los grandes creyentes, los cristianos/as ardientes. “Dichosos
vosotros porque muchos profetas y justos oír lo que vosotros oís, y no lo
oyeron” (Mt 13,17). Muchas personas de buena voluntad buscan, desean, oír lo que nosotros, gracias
a Dios, estamos oyendo.
3.Manjares del banquete.Orar, que consiste en “hablar
con frecuencia a solas de amistad con aquel que sabemos nos ama”, como señala
santa Teresa, no es, primordialmente, una obligación, un deber fastidioso, sino
una gozosa invitación del Señor a dialogar cálidamente con Él. Tomarlo como una
obligación, cuando en realidad es un gesto magnánimo de amistad, es ofensivo
para Él. No es nuestro caso, pero hay muchas personas que se declaran
cristianas que preguntan “¿es pecado grave no ir a misa?”, “¿tengo obligación
de ir a misa?”. Se trata, sin duda, de un mal planteamiento. Los cristianos de
Abilene, un pueblo del Norte de África, a la gurdia del Imperio Romano que les
sorprendió celebrando la Eucaristía y que les increpó: “¿Por qué desobedecéis
la prohibición del Emperador de reuniros?”, respondieron a coro enérgicamente:
“Es que nosotros no podemos vivir sin la Eucaristía”. He escuchado gratamente a
varios cristianos: “Para mí, la Eucaristía no es una obligación, sino una
necesidad”. La cuestión no está sólo en saber lo que es la Eucaristía, sino en saborearla. La
confesión de los pecados no es, primordialmente, la condición dolorosa y humillante de tener
que reconocerse pecador ante el confesor para recobrar la gracia o purificarse
de las manchas de los pecados, sino la respuesta a una llamada de Jesús que quiere
darnos un abrazo para ratificarnos su amistad e infundirnos la luz y la fuerza
del Espíritu para seguir haciendo el bien con una creciente generosidad. Los
santos celebran conmovidos festivamente el sacramento de la reconciliación.
4.Dichosos nosotros, los
invitados. “¡Dichosos los invitados al banquete de
bodas del Cordero!” (Ap 19,9), proclama el Señor por boca de Juan en el
Apocalipsis. Esos somos nosotros, a los cuales el Señor nos invita a participar
en la fiesta de la fe y nos pone ante las mesas opulentas de su banquete.
Dichosos nosotros si podemos firmar lo que nos decía un cristiano ferviente,
recientemente fallecido: “Yo he sido siempre un cristiano practicante fiel,
pero ¡lo que hemos cambiado desde nuestra integración en el grupo Éxodo, de la
“Comunidad San Pablo”. Hemos descubierto en ellos “otro cristianismo”, un cristianismo
alegre, fraterno, más humano y más comprometido. Hemos descubierto a un Dios
que, más que juez, es un Padre amoroso. Hemos experimentado lo que anuncia
Jesús: “El reino de los cielos es un banquete de bodas” (Mt 22,14), con una
mesa repleta de manjares suculentos y vinos de solera” (Is 25,6).
6.“Hagamos fiesta, saltemos de
gozo” (Ap 19,7). Hay que advertir que los manjares y los vinos de solera nos
los regala el Señor, pero la fiesta la tenemos que hacer nosotros. Los manjares
y vinos son, sí exquistos y nutritivos, pero no tienen tienen una eficacia
mágica, depende de la disposición con la que participamos de ellos los
comensales. Para los santos, sí, tienen un poder vivificante asombroso, para
los rutinarios resultan inútiles. ¿Qué se requiere para que desarrollen en
nosotros toda su fuerza vital? En primer término, es preciso valorarlos,
participar de ellos con verdadero asombro. Y para ello es preciso conocer
mediante la formación su naturaleza y su grandeza. Es preciso vivir la fe y
participar de los manjares y vino de solera con profunda un clima de fiesta y
con profunda alegría. Afirmaba Orígenes: “Para los cristianos toda la
vida es fiesta”. La vivencia del cristianismo como banquete suculento que es
supone una continua actitud de agradecimiento al Señor. San Pablo nos invita:
“Estad siempre alegre, orad constantemente, dad gracias en toda
circunstancia, porque esto quiere Dios como cristianos” (1 Tes 5,16-17). ¿En
qué medida participo de los manjares con gratitud? Naturalmente, no se entiende
un banquete de bodas sin un ambiente comunitario y de amistad. Una
fiesta en solitario es un imposible. Pero ¡atención! que vivenciar el
cristianismo comunitariamente no consiste en simples encuentros tangenciales,
no consiste sólo en dar unos besos y abrazos, requiere “tener un solo corazón y
una sola alma” (He 4,32), requiere vivir la amistad, supone estar pendiente del
otros, y que todos estemos pendientes del entorno que nos rodea, para
humanizarlo. Vivir comunitariamente supone mucha valentía y mucha generosidad.
Sin ellas, no hay fiesta que valga.
7.Todo depende del paladar.
Para poder saborear gozosamente de los manjares del reino y de los vinos de
solera, se requiere una condición imprescindible: estar sano y tener el gusto
espiritual desarrollado. Quienes tiene el gusto estragado por la enfermedad
o la droga no pueden gozar de la exquisitez de los manjares, los que tienen el
gusto espiritual estragado por las diversas formas de egoísmo, no pueden gustar
los manjares divinos. Tampoco pueden gustarlos los que no han desarrollado el
sentido del gusto. Pablo lamenta esta situación en los cristianos de Corinto:
“Hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu…Como a niños, os
alimenté con leche, no con comida, porque no estabais para más. Ni siquiera
ahora lo estáis, pues aún seguís los bajos instintos” (1 Cor 3,1-3). Lo mismo
lamenta el autor de la carta a los hebreos (Hb 5,12). El gusto de los manjares
divinos es un don del Espíritu Santo que hay que pedir y para el que hay que
ejercitarse.
8.Carteros del Rey. Con
los miembros de la Comunidad San Pablo, no es que el Señor haya sido generoso
al ofreceros sus manjares y vinos de solera, sino que ha hecho un verdadero
derroche. Hagamos recuento. Pero, además, los comensales tenemos una misión que
cumplir: Ser carteros del Rey, enviados a pasar la invitación a quienes,
en el fondo, añoran el Banquete y, sin embargo, están alimentándose de
bellotas, de deshechos, y padeciendo un hambre feroz, a pesar de que vayan por
la vida con aires de personas satisfechas. Nos alerta el Papa Francisco: “No
podemos sentirnos tranquilos sentados en la mesa del banquete, mientras fuera
hay una multitud hambrienta, y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Invitadles a
entrar a participar de mi banquete¡” ¿A quiénes he invitado? ¿A quiénes debería
haber invitado? ¿A quiénes puedo invitar?El contemplar la ebriedad júbilosa de
los santos y de los grandes creyentes y de comunidades y grupos cristianos que,
como los apóstoles en Pentecostés, parecen “borrachos” por la alegría y el
entusiasmo (He 2,12), me produce una gran envidia”. Y oigo que Jesús me dice
como a la Samaritana… (Jn 4,10), si conocieras mi don”, si sacaras todo su
sabor a los alimentos y vinos añejos de mi banquete…” Y yo me digo: Esto no me
lo pierdo, voy a seguir aprendiendo a gustarlos cada vez
mejor…¡Gracias,Jesús-Hermano, por tu espléndido Banquete!
PARA LA REFLEXIÓN, EL DIÁLOGO
Y EL COMPROMISO
1º- ¿Qué comentarios me suscitan las lecturas
bíblicas y la reflexión? ¿He recibido alguna iluminación con ellas?
2º- ¿Qué pensamiento, párrafo o afirmación hay que resaltar en ellas?
3º- ¿Cuál es mi experiencia personal, nuestra experiencia comunitaria al
respecto? ¿Qué he (hemos) de cambiar en mi vida personal y comunitaria?
4º- ¿A qué compromiso nos impulsa el Espíritu Santo con este mensaje
evangélico? ¿Qué más he (hemos) de hacer para cumplir fielmente la misión de
cartero del Rey?
5º- ¿Porqué, principalmente, doy (damos)
gracias a Dios en este curso?
6º- ¿Qué propuestas personales y comunitarias
me parecen oportunas para el verano y el próximo curso?
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