El párroco Massimo Biancalani de un barrio de la ciudad de Pistoia (Toscana), ha puesto la iglesia nueva y la antigua, el salón parroquial, los pasillos e inclusive el piso en el que hasta ahora vivía el párroco, a disposición de 250 inmigrantes. Todos los espacios están llenos de colchones y ropa; hay frigoríficos y dos cocinas que trabajan las 24 horas del día gracias a voluntarios.
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