Escribe desde Bolivia el teólogo Víctor Codina: “Los cristianos creemos que el Espíritu Santo actúa especialmente en los momentos de confusión y zozobra, y está presente también en la actual situación de caos mundial. Pero sería un error pensar que todo va a cambiar milagrosamente por la sola presencia del Espíritu. No podemos ser ingenuos y caer en el fácil slogan de que mañana, después de la pandemia, todo será mejor…
…Una cosa es el triunfo final del Reino de Dios, otra diferente su realización en la historia de cada día y de cada época. ¿Ha cambiado la humanidad después de Auschwitz, de Hiroshima, de los Gulag, de Chernobil?
Existe el riesgo y la fuerte tentación de volver a lo mismo de antes, a lo de siempre. El Espíritu actúa, pero a través de nosotros; somos nosotros quienes, animados por Su fuerza, hemos de cambiar nuestro estilo de vida, dejar el orgullo de creernos señores y dueños de toda la creación, abandonar esta economía que enriquece a unos pocos a costa de marginar la gran mayoría de la humanidad, abandonar el racismo y el machismo. Este es el precio que hay que pagar si queremos un mundo mejor, animado por el Espíritu. Por eso Leonardo Boff ha escrito: “El nuevo mundo, después del coronavirus o más tarde, será más “espiritual” o no será”. A través de los signos de los tiempos el Espíritu Santo con esta pandemia nos hace entender que es hora de abrir las puertas a otro mundo posible, a otra Iglesia posible.
A una Iglesia no clerical ni patriarcal, no sacramentalista sino evangelizadora, con mayor participación comunitaria del Pueblo de Dios, no encerrada en los templos sino formando una Iglesia en salida hacia las periferias, una Iglesia más fermento que masa, una Iglesia doméstica donde los laicos son protagonistas. No intentemos reabrir las puertas que el Espíritu está cerrando.
Quizás esta pandemia nos ayude a encontrar a Dios donde no lo esperábamos”.
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