Marcos 6,7-13 Dgo XV. Tpo.Ord. C. B.
1. Sugerimos, después de la oración inicial, hacernos las siguientes preguntas al comenzar cada encuentro:
a.- ¿Cómo hemos experimentado a Jesús en nuestra vida esta semana?
b.- Explicar cómo esta comunidad te ha ayudado esta semana en su vida cristiana.
c.- ¿Qué hemos hecho esta semana para ayudar a extender el Reino de Dios?
2. Jesús envía a los doce: Comienza una nueva etapa en el proceso del seguimiento, la etapa de la misión. Ahora les corresponde a los Doce proclamar lo que han visto y oído. Jesús es consciente de que tendrán que enfrentar el mal en todas sus dimensiones por eso les da poder para hacerlo y les da algunas recomendaciones, les indica que es necesario un estilo de pobreza, tener capacidad para acomodarse a las circunstancias y saber que van a ser aceptados o rechazados. La proclamación de la Buena Nueva debe hacerse en libertad, a nadie se puede obligar a aceptarla. Jesús les está hablando desde su propia vida, les está aportando desde su práctica pastoral. Todos los comienzos tienen sus dificultades, pero además están llenos de esperanza y de alegría porque se tiene la motivación de sacar a adelante un proceso. Jesús les advierte a los discípulos cómo son las cosas, para que nada los tome por sorpresa. Sin embargo, la experiencia para cada evangelizador(a) será siempre diferente y a veces donde creemos que nos va a ir bien quizá no logramos nada. Quien evangeliza debe tener presente que es Dios quien hace que surja el fruto, pero también debe disponerse para que el mensaje que transmita motive, inquiete y sea más creíble. Jesús sabe lo que les espera a los Doce.
3. Los envía de dos en dos: La compañía es apoyo, fuerza y motivación para cumplir mejor con la misión y para resistir a las dificultades. La tarea que van a realizar es una tarea liberadora pero, ¿están capacitados para hacerla? Al final del texto se nos dice cómo los discípulos expulsaron muchos demonios y curaron muchos enfermos. De esta forma los Doce van adquiriendo autonomía y confianza en sí mismos, se dan cuenta de que son capaces de hacer lo mismo que hace Jesús. La persona enviada sabe que debe permanecer en el lugar hasta que cumpla con su misión, así lo ven las indicaciones que Jesús les da a los Doce. No va a nombre personal, va en nombre de quien la envió. Además Jesús cuenta con la buena voluntad de muchas personas que son solidarias, que abren la puerta de su casa para compartir, de ahí que se atreva a decirles que se queden en la casa donde entren hasta que vayan a otro lugar. Pero también les dice que donde no los reciban ni los escuchen, al marcharse sacudan el polvo de los pies. El gesto de sacudir los pies se hacía públicamente y expresaba condena y separación. Este gesto lo podemos leer también como señal de intolerancia que no soporta que lo rechacen y que no lo reciban. No se puede obligar al otro a que reciba la Buena Nueva, también los demás tienen derecho a disentir, a manifestar que no están de acuerdo y el evangelizador(a) debe tener una actitud más tolerante y comprensiva, debe esperar una nueva oportunidad.
4. No lleven consigo dinero ni provisiones: Nos preocupamos mucho de que la Iglesia cuente con medios adecuados para cumplir eficazmente su tarea: recursos económicos, poder social, plataformas eficientes. Nos parece lo más normal. Sin embargo, cuando Jesús envía a sus discípulos a prolongar su misión, no piensa en lo que deben llevar consigo, sino precisamente en lo contrario: lo que no deben llevar. El estilo de vida que les propone es tan desafiante y provocativo que pronto las generaciones cristianas lo suavizaron. Jesús pide a sus discípulos que no lleven consigo dinero ni provisiones. El «mundo nuevo» que él busca no se construye con dinero. Su proyecto no lo sacarán adelante los ricos, sino gente sencilla que sepa vivir con pocas cosas porque han descubierto lo esencial: el Reino de Dios y su justicia. No llevarán siquiera bolsa, al estilo de los filósofos cínicos que la llevaban colgando del hombro donde guardaban las limosnas para asegurarse su futuro. La obsesión por la seguridad no es buena. Desde la tranquilidad del bienestar no es fácil crear el reino de Dios como un espacio de vida digna para todos. Sus seguidores irán descalzos, como las clases más oprimidas de Galilea. No llevarán sandalias. Tampoco túnica de repuesto para protegerse del frío de la noche.
La gente los debe ver identificados con los últimos. Si se alejan de los pobres, no podrán anunciar la Buena Noticia de Dios a los más necesitados. Para los seguidores de Jesús no es malo perder el poder, la seguridad y el prestigio social que hemos tenido cuando la Iglesia lo dominaba todo. Puede ser una bendición si nos conduce a una vida más fiel a Jesús. El poder no transforma los corazones; la seguridad del bienestar nos aleja de los pobres; el prestigio nos llena de nosotros mismos. Jesús imaginaba a sus seguidores de otra manera: liberados de ataduras, identificados con los últimos, con la confianza puesta totalmente en Dios, sanando a los que sufren, buscando para todos la paz. Sólo así se introduce en el mundo su proyecto.
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