(entrevista): Jorge Meoni
Lo que identifico desde siempre en mí es la parte social, desde los primeros años en los que iba a la escuela. La narración o el “cuentacuentos” lo encontré a través de las narraciones de Galeano. Él hace dos cuentos que me llamaron mucho la atención: uno es sobre una señora que tiene un delantal con muchos bolsillos, y en cada uno de ellos tiene un cuento, y uno va, saca el cuento y ella lo hace. El otro es sobre la palabra, de indígenas mexicanos, que dice que al que cuenta “le salen personitas por los poros”… Esto me llamó la atención, lo escribí, lo guardé y en 2013 me decidí a hacerlo. Creo que si bien hay cosas que ya están en uno, fue un descubrimiento. La narración es la transmisión de las enseñanzas, de todos los valores a través de la palabra, eso viene con la persona, desde que el hombre estaba en las cuevas, ya estaba contando, narrando. Ahora también estoy interiorizando en la locución, creo que también puede ser un servicio a la comunidad.
Sos un hombre con una cultura interesante, que vive inserto en una zona, en un barrio “complejo” con muchas carencias, vulnerabilidades ¿qué interacción hay, “qué se amasa” entre estas dos realidades?
Por ejemplo, yo como cuentacuentos, voy a las escuelas públicas a las que van los gurises de acá, del barrio. Ellos me conocen en la escuela, y cuando voy por la calle me reconocen, hay una vinculación. Yo hago una dinámica que se llama “Tongo Tongo” (que es el rey de una tribu) donde se lo dice gritando a viva voz, hasta que terminan todos calladitos, allí comienzo a contar. Muchos gurises cuando me ven me gritan “Tongo Tongo”… Esto también me vincula a sus padres, madres, familia, te acerca al barrio. Para mí el cuento es una herramienta ideal para aprender a escuchar, acercarse al otro y brindar algo. Creo que en la sociedad en general nos cuesta escucharnos, incluso entre nosotros como agentes comunitarios, nos está costando. Vivir en este contexto me acerca también a las formas que la gente tiene para comunicarse, me da espacio para comprender y para trabajar con la gente. Lo que más valoro de vivir en el barrio es el estar, pues esto ya implica mucho, la gente sabe que si necesita algo, estás. Yo lo que hago siempre es saludar, saludo a todo el que pasa o me encuentro por la calle, porque ahí la persona se siente identificada, reconocida. Lo otro es la escucha, la gente se acerca y uno la escucha.
Según lo que tú conoces, dentro de lo que llamaríamos “el ambiente artístico” ¿crees que hay una inclinación para compartir con los sectores más alejados u olvidados de la sociedad?
Hay artistas que se acercan más a las zonas alejadas de lo que sería el centro académico, cultural. Hablo de Montevideo, yo lo que veo es que se ha salido bastante a los barrios. En El Salvador ví varios grupos de teatro que trabajan el teatro social, que van hacia las comunidades y con mensajes claros sobre lo que quieren transmitir, llamémosle ecología, el tema de la violencia hacia la mujer, el género… El teatro en general ha servido para despertar conciencias. He visto que el Teatro Solís, que la Intendencia, la Sala Verdi, entre otros, han salido a los barrios. Se han creado también espacios como el “Sacude” en Casavalle, o el “Crece” en Flor de Maroñas, donde se desarrollan también distintas actividades culturales. Y lo otro que he visto ahora durante la pandemia, es que se ha salido a los espacios abiertos, como el del Parque de la Amistad, o en plazas, distintas disciplinas artísticas se expresan allí. No creo que haya cuestiones de “élite”, si bien es un mundo muy amplio, la parte social no deja de estar presente en las distintas disciplinas. Uno cuando habla, cuando cuenta, está utilizando la palabra, y ésta es la herramienta ideal para construir la paz. La palabra y la escucha es la esencia del narrador. Arte, palabra y escucha son como una unidad que te llevan a hacer aportes para la paz.
¿Quién es el “Tío Barbas”?
Como te decía, viví mucho tiempo trabajando en El Salvador, con jóvenes que estaban la mayor parte del tiempo en la calle, ya sea vinculados a “las maras” (pandillas) o porque la situación familiar daba para que ello fuera así, por hacinamiento, etc.. En el trabajo con ellos empezaron a decirme “tío” y como yo tengo barba, me decían “Tío Barbas”, y cuando empiezo con esto de la narración, recupero este nombre para lo artístico, algunos me reconocen así, otros como Jorge o Jorge Tío Barbas. En El Salvador me identificaron así, yo lo capté y me lo apropié. Creo también que este nombre crea expectativas, ayuda a crear el ambiente necesario para escuchar cuentos, vos necesitas crear un ambiente. Lo que mayor satisfacción me da al contarle a los niños y niñas es ver sus caras, sus expresiones, cómo ellos reaccionan frente al cuento, la atención que prestan, me parece fantástico. Muchas veces vienen a agradecerte, a darte un beso, y te regalan dibujos sobre el cuento o sobre el Tío Barbas, las devoluciones son muy interesantes. Creo que todas las personas que narramos despertamos algo en quienes nos escuchan, mucha gente pregunta para saber dónde se estudia esto, dónde formarse!
Gracias Jorge por recibirnos y compartir, deseamos sigas adelante con esa preciosa vocación de “cuentacuentos” cauce de cercanía con los otros, especialmente con los que se encuentran en las fronteras existenciales!
Jorge Márquez, jardinero.
Muchas gracias hermosos testimonios y vivencial Dios quiera me contagie un poquito de sus relatos
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