Como apreciarán el artículo es de hace un tiempo, cambian los actores pero el menú es el mismo
Miguel Ángel Mesa Bouzas (Madrid)
La palabra Aporofobia significa, según el diccionario de la RAE: Fobia a las personas pobres o desfavorecidas. Es un término muy reciente, que ha creado Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, uniendo los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico). Adela dice que no molestan las personas extranjeras por el hecho de serlo (como futbolistas, inversores financieros, artistas famosos, cantantes…) sino quienes son pobres y, por eso, provocan en la población rechazo, aversión, temor y desprecio. Para que el miedo se transforme en rechazo es necesario un proceso mental que elimine la empatía y la compasión. Ese proceso lo facilitan algunas ideologías, sobre todo la neoliberal y la de ultraderecha, y se impulsa cuando apunta a los pobres y marginados como los responsables de su pobreza a causa de su indolencia. Por lo tanto, el resultado es evidente: los pobres son percibidos como una amenaza. Culpabilizarlos destruye la posible empatía e, incluso, favorece que se les ignore y acose de forma habitual. Estaría de más decir que en una democracia, que proclamamos consolidada, estos hechos deberían ser muy marginales, rechazados por la sociedad en su conjunto y penados en su caso, cuando provocan amenazas y agresiones reales. También deberían recibir las condenas correspondientes por las fake news, que cada día son más habituales en los discursos de algunos medios de (des)información, políticos o tertulianos, con respecto a los emigrantes, las personas marginadas y los distintos grupos que se alían a ellos, para acogerles y ayudarles a salir de su exclusión. Como ya se hizo en la Alemania nazi, el repetir una mentira de forma constante (sabiendo además que no es cierta), se termina transformando en una verdad para la gente desinformada. Existen redes alternativas, asociaciones, medios de transparencia, personas que desmienten constantemente estas falsas noticias, con datos fiables, contrastados, objetivos. Pero, por desgracia, se llega a muy poca gente y, aunque quienes las propagan se ven contra las cuerdas en muchas ocasiones, su respuesta es el silencio, o salen por la tangente, pero jamás desmienten lo que han proclamado por activa y por pasiva, quedando así grabado el discurso del odio en las mentes de las personas afines que siguen sus programas e intervenciones. Miguel Ángel MESA. (Edi.Paulinas, Madrid)
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