Fragmento
de la entrevista a Francisco
¿Cómo enfrentar la
muerte? La explicación de Francisco, con la figura de
san José (y sobre los cuidados paliativos).-
Este miércoles 9 de
febrero habló del carpintero de Nazaret como el “Patrón de la
buena muerte” y ofreció varias reflexiones sobre cómo afrontar
este inevitable momento de todo ser humano ante una sociedad que
quiere alejarla.
Dice Francisco: No hay datos históricos,
pero como no se ve más a José
en la vida pública, se cree que murió ahí en Nazaret,
con su familia. Y para acompañarlo en la muerte estaban
María y Jesús.-
La
llamada cultura del “bienestar” trata de eliminar la
realidad de la muerte, pero la pandemia del coronavirus la
ha vuelto a poner en evidencia de forma dramática. Ha sido
terrible: la muerte estaba por todos lados, y muchos
hermanos y hermanas han perdido a personas queridas sin
poder estar cerca de ellas, y esto ha vuelto la muerte
todavía más dura de aceptar y de elaborar. Me decía una
enfermera que una abuela con el covid que estaba muriendo le
dijo: “Yo quisiera saludar a mis seres queridos, antes de
irme”. Y la enfermera, valiente, tomó el teléfono móvil y la
conectó. La ternura de esa despedida…
La muerte nos hace preguntarnos sobre el sentido de acumular
¡Nunca he visto, detrás de un coche fúnebre, un camión de mudanzas! Detrás de un coche fúnebre: no lo he visto nunca. Nos iremos solos, sin nada en los bolsillos del sudario: nada. Porque el sudario no tiene bolsillos. Esa soledad de la muerte: es verdad, no he visto nunca detrás de un coche fúnebre un camión de mudanzas.
No
tiene sentido acumular si un día moriremos. Lo que debemos
acumular es la caridad, es la capacidad de compartir, la
capacidad de no permanecer indiferentes ante las necesidades
de los otros. O, ¿qué sentido tiene pelearse con un hermano
o con una hermana, con un amigo, con un familiar, o con un
hermano o hermana en la fe sí después un día moriremos? ¿De
qué sirve enfadarse, enfadarse con los otros? Delante de la
muerte muchas cuestiones se redimensionan. Está bien morir
reconciliados, ¡sin dejar rencores ni remordimientos! Yo
quisiera decir una verdad: todos nosotros estamos en camino
hacia esa puerta, todos.
Tres consideraciones sobre los cuidados paliativos
1) Hay que ayudar a las personas a morir en paz
Dos
consideraciones para nosotros cristianos permanecen de pie.
La primera: no podemos evitar la muerte, y precisamente por
esto, después de haber hecho todo lo que humanamente es
posible para cuidar a la persona enferma, resulta inmoral el
encarnizamiento terapéutico (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2278). Esa frase del pueblo fiel de Dios, de la gente
sencilla: “Déjalo morir en paz”, “ayúdalo a morir en paz”:
¡cuánta sabiduría!
2) Aliviar el dolor no significa
matar a la persona
La segunda consideración tiene que ver con la calidad de la muerte misma, la calidad del dolor, del sufrimiento. De hecho, debemos estar agradecidos por toda la ayuda que la medicina se está esforzando por dar, para que a través de los llamados “cuidados paliativos”, toda persona que se prepara para vivir el último tramo del camino de su vida, pueda hacerlo de la forma más humana posible. Pero debemos estar atentos a no confundir esta ayuda con derivas inaceptables que llevan a matar. Debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la muerte o ayudar cualquier forma de suicidio.
Recuerdo que se debe privilegiar siempre el derecho al cuidado y al cuidado para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados. La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes.
3) Respeto por la vida de los ancianos
Yo quisiera
subrayar aquí un problema social, pero real. Ese
“planificar” —no sé si es la palabra adecuada—, o acelerar
la muerte de los ancianos. Muchas veces se ve en una cierta
clase social que a los ancianos, porque no tienen medios, se
les dan menos medicinas respecto a las que necesitarían, y
esto es deshumano: esto no es ayudarles, esto es empujarles
más rápido hacia la muerte. Y esto no es humano ni
cristiano. Los ancianos deben ser cuidados como un tesoro de
la humanidad: son nuestra sabiduría. Incluso si no hablan, y
si están sin sentido, son el símbolo de la sabiduría humana.
Son aquellos que han hecho el camino antes que nosotros y
nos han dejado muchas cosas bonitas, muchos recuerdos, mucha
sabiduría. Por favor, no aislar a los ancianos, no acelerar
la muerte de los ancianos. Acariciar a un anciano tiene la
misma esperanza que acariciar a un niño, porque el inicio de
la vida y el final es un misterio siempre, un misterio que
debe ser respetado, acompañado, cuidado, amado.
Petición a San José para tener una buena muerte
Que san José pueda ayudarnos a vivir el misterio de la muerte de la mejor forma posible. Para un cristiano la buena muerte es una experiencia de la misericordia de Dios, que se hace cercana a nosotros también en ese último momento de nuestra vida. También en la oración del Ave María, nosotros rezamos pidiendo a la Virgen que esté cerca de nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Precisamente por esto quisiera concluir esta catequesis rezando todos juntos a la Virgen por los agonizantes, por aquellos que están viviendo este momento de paso por esta puerta oscura, y por los familiares que están viviendo un luto.
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