Los libros de Emma tienen un horizonte de referencia: la espiritualidad, que no debe confundirse y menos identificarse con la religión. Espiritualidad y religión son fenómenos y experiencias distintas y se mueven en paradigmas diferentes. En algunos casos la religión es un obstáculo para vivir la auténtica espiritualidad, que es constitutiva de la persona, como lo es la sociabilidad, la praxicidad, la projimidad y la corporeidad. En otro la espiritualidad libera a la religión de su estructura rígida y falta de pathos y le devuelve su capacidad de “religación”
Como cristiana, Emma fundamenta la espiritualidad en Jesús de Nazaret, el místico y contemplativo, el utópico y soñador, el Indignado, como yo le defino, y el activista de los derechos humanos, según la certera identificación de Boaventura de Sousa Santos, el Cristo liberador y visionario. Una espiritualidad que remite a la opción fundamental, radical, de Jesús por las personas y los colectivos empobrecidos, lleva al compromiso por la liberación, apuesta por la vida, una vida digna, justa, fraterno-sororal, y a la eliminación o, al menos, al alivio del sufrimiento, y conduce al compromiso por la liberación. La coincidencia con Epicuro es total. Jesús afirma: “Misericordia [compasión] quiero, no sacrificios”. Epicuro afirma: “Vana es la palabra de aquel filósofo que no remedia ninguna dolencia del ser humano”.
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