¿ Dónde estás Señor ? Dgo19. Mateo 14,22-33.-
Estamos ante un relato simbólico y no ante
un milagro cuya finalidad es salvar la vida de discípulos amenazados.
Recordemos los relatos tienen una finalidad evangelizadora y catequética. El acontecimiento en sí, no es más que un
vehículo de expresión.
El relato es una expresión de fe. Cristo se presenta a los suyos como el Dios
humanado: “ Soy yo “. El mar de Tiberíades es otro símbolo, para el pensamiento bíblico
el mar significa guarida de las fuerzas del mal, a través del cual navegamos
hacia la tierra firme de una vida plena.
La barca de Pedro es símbolo de la Iglesia, extensiva al Pueblo de Dios
encarnado en la persona de Pedro. Cuando
escribe este relato Mateo lo hace unas décadas después de la falta física de
Jesús, no habla teóricamente lo hace de una experiencia comunitaria. Hoy como ayer la “barca de Pedro” sufre
fuerte batida por crisis interna y externa.
A esta altura todos sabemos que las borrascas, las galernas (*)de
conflictos y sufrimientos son inexorables en todos los ámbitos. Ayer recordábamos a Dm.Pedro
Casaldáliga, hace unos años cuando
sufrió uno de las tantas amenazas de los “poderosos terratenientes” y nosotros le
enviamos un texto de solidaridad y oración de apoyo; el nos contestó con una
cartita que finalizó: “Hermanos, quién
dijo miedo si Él nos prometió resurrección” ¡¡¡
Es muy fácil bendecir y alabar a Dios en
tiempos de bonanza, mucho más difícil alabarle, creer en su presencia en
momentos de desgracia. Los cristianos de preescolares, de fe débil fácilmente somos
presas de cuestionamientos y nos quejamos de no ser escuchados.
Digamos que la noche, la duda, el conflicto,
la tormenta son la gran oportunidad para creer de verdad con una fe gratuita,
la oportunidad del salto adelante en la maduración de nuestra fe.
La actitud de las primeras comunidades
cristianas en cuyo seno se levantaron violentas tormentas, es iluminadora. Se pusieron a la escucha del Espíritu,
dialogaron fraternalmente, oraron : “Hemos
decidido el Espíritu Santo y nosotros…”(Hch 15,28). Es imprescindible no dejarnos aturdir, ni
arrollar por el rugido del viento, el estallido de las olas, los nubarrones y
las tinieblas de la noche, Es preciso
afrontar la tormenta con serenidad y bajo la mirada del Señor.
La superación
victoriosa de la tormenta reclama la oración.
Él oró con insistencia. Pedro cuando
se siente hundir: “Sálvame Señor” ¡! (Mt. 14,30) Apunta
Mateo : “cuando subieron a la barca amainó el viento”. Cuando llevamos a Jesús embarcado con nosotros todo cambia…
“El Don de la
Palabra” de Atilano Alaiz .- Comentarios abreviados adaptados a nuestro léxico,
con autorización del autor
(*) galernas: ráfaga súbita y borrascosa de viento frío y humedo.-
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