En el Pacto asumieron una serie de compromisos que afectaban a su vida personal y a su trabajo pastoral. En el plano personal, renunciaban a las riquezas, tanto en las apariencias como en la realidad, y a poseer bienes en propiedad; rechazaban los nombres y títulos que expresaran poder como eminencia, excelencia, monseñor; en las relaciones sociales, se comprometían a evitar preferencia por los ricos y poderosos y a usar símbolos evangélicos, nunca de metales preciosos.
En su ministerio pastoral, acordaron confiar la gestión económica y material de las diócesis a una comisión de seglares; dedicarse plenamente al servicio de las personas y los grupos económica, física, cultural y moralmente débiles y subdesarrollados; transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y la justicia; vivir una vida comunitaria con laicos, sacerdotes y religiosos; crear estructuras e instituciones guiadas por la justicia, la igualdad y el desarrollo integral de toda persona y de todas las personas, y destinadas al logro de un nuevo orden social; practicar la colegialidad episcopal “en el servicio en común a las mayorías en miseria física, cultural y moral -dos tercios de la humanidad”-
No hay comentarios:
Publicar un comentario