viernes, 12 de abril de 2024

COMENTATILANOcmf. RECONOCER AL SEÑOR.- Lc 24,35-48 Ciclo B.-

 


RECONOCER AL SEÑOR

   Ser cristiano es sentirse contemporáneo de Jesús; reconocer su presencia entre nosotros; afirma un gran teólogo.    Ésta es la finalidad de los relatos pascuales.  Los evangelistas  no levantan  acta de los encuentros de Jesús resucitado, solo nos dan las claves para que nosotros reconozcamos su presencia.    Pretenden decirnos a los cristianos de todos los tiempos que Jesús no es muerto perdido en la lejanía del pasado, sino un viviente con el que podemos tropezar, al que podemos descubrir en las direcciones que él nos dejó, en los lugares  en que le encontraron aquellos discípulos. 

  Solemos decir: el Señor  “se presentó”,   “se apareció”,  expresiones de suyo impropias.    Jesús no viene de lejanas galaxias para encontrarse con nosotros.      De lo que se trata es que nosotros lo “descubramos”,  “reconozcamos”  su presencia.     Jesús está siempre con nosotros; no es cuestión de  que venga, sino que de que tengamos abiertos los sentidos, los ojos del espíritu para reconocerlo.   

    Puede pensemos qué suerte la de los discípulos, qué fácil lo tuvieron!!  No, no es cierto. 

  Los relatos evangélicos lo ponen de relieve  Jesús  era reconocible sólo desde la fe.     María Magdalena lo confunde con el hortelano;  los  de Emaús  con un caminante más,  solo lo reconocen al final del viaje, cuando se disponen a cenar;    ahora el grupo de los amigos lo confunde con un fantasma…Jesús les hecha en cara su falta de fe para no saber  reconocerlo en sus nuevas presencias…..

   Lucas pone de relieve que cuando los de Emaús, caminaban con el  desconocido que les explicaba las escrituras, sus corazones se iban ensanchando progresivamente.    Con ello nos señala que la Escritura es lugar de encuentro con el Señor     Esto pone de manifiesto el relato que escuchamos,   el  Vaticano II  afirma a propósito de las diversas presencias  de Cristo: en la celebración Eucarística, en la Comunidad, pues cuando leemos la Sagrada Escritura, es Él quién nos habla.

  Entre los miles de cristianos que escuchan o leen la Palabra, hay  múltiples  reacciones,   cuenta  M. Quoist  que participó de una Eucaristía celebrada por un ferviente  presbítero que encarnó la Palabra con el momento que vivía la comunidad  y su relación con el Evangelio:   “ la  gente bien  salió despotricando contra aquel cura intolerante y radical”;   la gente de corazón sencillo y sincero salió llena de gozo, bendiciendo a Dios.    Unos con corazón sano, habían reconocido a Jesús proclamando su Palabra;  los otros, sin la mirada de la fe,  no habían visto más que a un cura que hablaba “por su cuenta”.

        “Donde hay dos  o más reunidos, allí estoy yo”

  El Señor se hace presente en la COMUNIDAD porque lo ha prometido firmemente (Mt. 18,20).  Según el relato evangélico Jesús se manifiesta cuando está reunida la comunidad.  Pero no todos descubrimos su presencia.

  Hay quienes  ven al grupo como un mero conjunto de personas que se reúnen para pasar el tiempo, no como una fraternidad congregada por el Señor.    Lo mismo ocurre en muchas familias.      Por eso su eficacia  “sacramental”   queda reducida a una forma más o menos grata, de pasar el tiempo.

  En cambio para quienes viven la comunión personal desde la fe, se convierte en lugar de encuentro con el Señor.    Lo he escuchado a muchos:   “gracias al grupo me he encontrado con el Señor”,   otros confiesan:   “ el Señor se ha servido del grupo para cambiar mi vida monótona”… el grupo...  y podemos seguir…  Para reconocer al Señor se necesita mirada de fe, receptividad y disponibilidad.    

     Fragmento del comentario  de “El Don de la Palabra.”  C. B. de Atilano Alaíz. cmf.  (oct.193

Estos relatos cortos adaptados, fueron autorizados por el autor.   Eduardo Bernadá.-

 

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