“PARA QUE SIGAS NACIENDO”
Este 23 de octubre se cumplirán 48 años de la aparición con vida de Orlando Yorio y Francisco Jalics, después de estar 5 meses detenidos-desaparecidos, Hacemos memoria compartiendo el siguiente material elaborado por Gustavo Módica:
Orlando Yorio, un profesional de la teología era también un pastor. En su labor y compromiso pastoral recorre la villa del Bajo Flores, las barriadas de las diócesis de Quilmes y Montevideo, los caseríos de Ingeniero Jacobacci en ese momento de la sureña diócesis de Viedma.
Hacer memoria de Orlando significa ser fiel a lo que él representó, a su búsqueda y a su seguimiento de Jesús. Fue un pastor bueno y fiel en medio de las dificultades, las persecuciones y el exilio. Fue un animador incansable de los Seminarios de Formación Teológica en los que con sus historias construía una casa de palabras donde recuperar energías, donde ‘cargar las pilas’.
Orlando nació en Santos Lugares (Buenos Aires), el 20 de diciembre de 1932. Cursó estudios de abogacía en la Universidad de Buenos Aires, y en marzo de 1955 entró en el Noviciado de la Compañía de Jesús. El 17 de diciembre de 1966, fue ordenado sacerdote en San Miguel (Buenos Aires). Ejerció como profesor en la Universidad y en el Colegio Máximo de San Miguel, del cual fue vicedecano. De 1970 a 1976 vivió en comunidades insertas en barrios, entre ellos, en la villa miseria del Bajo Flores en 1974.
El 23 de mayo de 1976 fue secuestrado junto con un compañero, el P. Francisco Jalics, y permaneció detenido en la ESMA durante 5 meses. Reapareció con vida el 23 de octubre de 1976, en un bañado cercano a la ciudad de Cañuelas. Debió irse a Roma y allí estudió Derecho Canónico. Al regresar a Quilmes, ya fuera de la Compañía de Jesús, ejerció diversos cargos en la diócesis, hasta que fue nombrado párroco en Berazategui.
Pero las amenazas de que era objeto en su parroquia de Berazategui, por su defensa de los débiles y su denuncia de los traficantes de muerte, le hacían imposible permanecer allí, y de acuerdo con su obispo en 1997 se trasladó a la arquidiócesis de Montevideo. Mons. Gottardi lo recibió sin dudar (¡”cómo no vamos a recibir a un sacerdote perseguido!”, dijo) y desde entonces se desempeñó como párroco en la comunidad Santa Bernardita. Falleció el 9 de agosto de 2000 a causa de un paro cardíaco.
Daniel y Freddy, dos integrantes de la comunidad Santa Bernardita, nos dan su testimonio: “De a poquito conocimos su historia, su pasado y su presente. Y a través de lo que contaba de sus vivencias tuvimos la certeza de que era un ser especial. Ternura, solidaridad con el más débil, comprensión hacia el dolor ajeno y por sobre todo una gran capacidad de escuchar al otro en silencio y atentamente, fueron virtudes de Orlando.
La sonrisa semejante a la de un niño después de una picardía… Las cejas levantadas cuando la conversación se ponía un poco seria por demás. Los ojos cerrados meditando antes de una homilía. Los dos pasos ágiles con los que bajaba los escalones del ambón que lo separaban de donde estaba su gente, cuando después de leer el Evangelio, se disponía a regalarnos el corazón con sus reflexiones, hasta que la voz se le quebraba y por ahí empezaba a asomar alguna lágrima. El famoso cuentito, experiencia de vida… esa vida de la que él sabía como nadie extraer en los más pequeños acontecimientos las más grandes enseñanzas.
Hoy, a 48 años de la liberación de su secuestro, hacemos memoria de su manera de vivir la vida, comprometido con justicias y solidaridades, ‘aunque más no sea chiquititas’… de esas, que al decir de él, podemos encontrar en el diario vivir.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario