El Jazmín
El Espíritu es algo que se experimenta.
Así como los primeros discípulos vieron, tocaron, oyeron al Señor Jesús después de su Resurrección, hay algo, los cristianos sentimos dentro a Alguien, que nos hace clamar "Padre" a Dios.
Recibir el Espíritu es algo que se percibe externamente, en los signos.
De hecho, nosotros si queremos, lo notamos en cosas muy delicadas que experimentamos dentro de nosotros, o que apreciamos por fuera, por ejemplo cuando decimos: “esta persona es buena”.
Por lo común nosotros no tenemos la experiencia de la presencia sensible exterior de JESÚS RESUCITADO. Más bien tenemos la experiencia interior; pero esa ya es la del Espíritu.
¿Qué es lo nuevo que agrega el Espíritu? ¿Hay algo más que signifique?
¿Qué hay de distinto? ¿Qué hay de novedad?
El Espíritu es un dato de experiencia, un dato nuevo. Es algo nuevo porque es un regalo.
Y como no tengo otra manera de explicarlo, voy a recurrir a algo que me pasó y que alguna vez les contara.
Me ayuda recordarlo para reconocer mejor la diferencia, y lo que tiene de original y de nuevo y de gran realidad, con un acontecimiento tan grande como la Resurrección, aunque es la misma cosa.
Yo tengo una experiencia muy fuerte de seguridad que me daba mi papá.
Mi papá tenía esa seguridad de los hombres que se han tenido que hacer solos en la vida.
Y yo tenía la certeza de que él me quería mucho. Aunque él no me entendiera muchas cosas, sobre todo en lo religioso, yo estaba seguro, para mí era obvio de que si él tenía que dar la vida por mí, la daba...
Era obvio y para mí era una seguridad muy grande.
Lo que les voy a contar pasó cuando él tendría mi edad (unos sesenta años), poco tiempo antes de su muerte.
Había un parral muy lindo en mi casa. Estaba hecho con tres o cuatro plantas de vid, y un buen día, él puso en una de las puntas, un jazmín de los que trepan.
El jazmín, creció, subió, se enredó.
Una vez cada tanto, yo iba a mi casa y veía como el jazmín se hacía cada vez más grande y desplazaba de su lugar al parral, pero no daba flores.
Y un día le dije:
-Papi... esta planta le está ocupando lugar, pero no da ninguna flor. ¿Por qué no lo corta? Así la parra se puede extender un poco más y tiene más espacio para uvas y para dar mejor sombra.
-No, espera, espera- me contestó.
-Pero… si al menos diera flores… -, le respondí entonces.
-Mira... Yo lo voy a podar bien este año, y vas a ver el año que viene-.
Así lo hizo: ese invierno lo podó.
Al año siguiente estábamos en el verano a la sombra del parral y le hice notar:
-Mire su jazmín. Lo podó, creció más todavía..., le ocupa más lugar... Y pura rama, ni una flor.
Pero él me volvió a insistir.
-Bueno, mira, vas a ver. Este año, además de podarlo le voy a remover bien la tierra. Y le pienso poner un fertilizante especial. Ya estuve averiguando.
Pasó otro año en que lo podó, le removió la tierra, le puso el fertilizante. El jazmín aprovechó y creció más... pero flores... ninguna.
-Pero, ¿no ve…? Mire su planta -medio le reproché ese verano.
-Mira, espera, ten paciencia un año más. Dale tiempo. Yo lo voy a volver a podar… Y vas a ver cómo da flores.-
Pero ese año él se enfermó y en el otoño falleció.
La muerte de él a mí me dejó terriblemente inseguro... ¡Como él era tan seguro!
Me dejó con esa sensación que yo les conté en otra oportunidad: cuando habían matado a un muchacho en la villa y para ir a auxiliarlo yo tuve que meterme en uno de esos pasillitos. Y era justo cuando yo estaba amenazado de muerte.
La gente, amontonada me habían gritado cuando entraba:
-¡Padre, cuidado, lo van a matar!. No se meta-, y me dejaron solo.
Pero yo tenía que ir, ¡tenía que hacerlo…! En ese momento me sentí haciendo punta hacia la muerte. Como si me hubiera quedado en la punta de la vida y tuviera que hacer frente. Sentía como que mi cara, mi cuerpo iban abriendo la vida como la quilla de un barco que tiene que enfrentar la tormenta.
Cuando mi papá murió, yo me sentí así y eso me mufó, me dio depresión y me duró, no me animaba a hacer punta en la vida.
Pasaron seis meses, más o menos.
Un día fui a la casa de mi madre. Y al entrar por la puerta sentí algo raro... me di cuenta que había algo distinto, especial en el aire… Y cuando llegué al patio... lo vi... Todo blanco. ¡Todo, todo blanco…!
Era esa especie de jazmín que es como una rosita, de muchos pétalos. No se veía en él nada verde: ni una rama. Todo era blanco.
Primero me di cuenta, sentí... Y después, me parece que empecé a entender.
Me impresionó. Recordé lo mucho que le había insistido a mi papá que no valía la pena tener el jazmín en el patio y como él lo protegió.
Mientras vivía mi papá nunca le había aparecido una flor, y de repente, a los seis meses de su muerte se puso todo blanco de flores.
Entonces pensé:
Si el jazmín se animó, ¿ cómo no me voy a animar yo?
Entendí que el jazmín tenía una fuerza que le había regalado mi papá. Y la fuerza era que él lo había querido y le había tenido paciencia. El jazmín recibió ese cariño y se animó a florecer.
Y pensé además, no pude dejar de hacerlo, conmigo tuvo mucha más paciencia, puso mucho más cuidado en podarme, en echarme fertilizantes. A su manera, por supuesto, me quiso mucho más.
Y me animé. Volví a tener seguridad, pero de una manera distinta. Antes la tenía pero como dependiendo de mi papá. Ahora era mía, así como en el jazmín las flores eran sus flores.
Volví a sentir a mi papá cerca de mí. Pero ahora la seguridad y la fuerza eran mías. Era la misma fuerza de mi papá, pero ya no dependía de él, sino que yo la tenía adentro, me pertenecía.
Jesús nos dice: “Les conviene que yo me vaya”.
El Espíritu Santo es la vida de Jesús. Pero de tal manera que siendo la misma fuerza de Jesús se puede hacer nuestra, dejándonos libres, no dependientes.
El Espíritu Santo es el que hace posible que podamos tener la vida de Jesús, la vida de Hijos de Dios.
Nosotros estamos viviendo porque Dios nos está creando ahora .Y nos crea, dejando libre cada pedacito de nuestro ser. Como si dijéramos: Dios nos crea con un cordón umbilical que no nos ata.
Y ese cordón umbilical es su amor.
Y ese amor es algo libre y que libera.
Relato extraído del libro: “CUENTOS PARA CONTEMPLAR LA VIDA. Leonor Carabelli. Ediciones del Chingolito". Este libro y otros materiales se pueden bajar del sitio: https://orlandoyorio.blogspot.com/
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