En las últimas semanas, hemos estado siguiendo en los medios de comunicación y, en conversación con colegas, los efectos de la prohibición del uso de teléfonos celulares en las aulas en las escuelas. De acuerdo con algunas declaraciones de la facultad, los estudiantes son más atentos, interesados y participativos. Series como Adolescencia también han promovido una defensa de la enseñanza presencial debido a los riesgos que produce el mundo digital en la psique de los jóvenes. Hay una literatura torrencial, así como muchos documentales y miles de videos, que muestran los efectos nocivos de la hiperconectividad digital, apuntando a la necesidad de una "desintoxicación" generalizada. De hecho, la propia palabra "tóxico" fue elegida "palabra del año" por el Diccionario Oxford, junto con la más reciente "brainrot" -algo así como el brain melting, un cerebro gelatinoso- y con ellos la "positividad tóxica", una actitud que es la más común entre los influencers-coaches de todo tipo: cuerpo, moda, inversiones, comida, política, etc.
Pero eso no es todo. También sabemos que:
1. Aunque la tecnología se vende como "inevitable", las respuestas en educación al uso de las pantallas han demostrado que situar la educación en este eje es similar a lo que habría sido haber colocado, a mediados del siglo XX, la educación bajo el control de la televisión;
2. La gente no se siente bien con los efectos de la tecnología. Se vuelven adictos, ansiosos, deprimidos y agotados;
3. El combo alumno/digital y profesor/analógico dista mucho de ser cierto en todos los aspectos: acceso, competencia, creatividad.
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