DOMINGO 24(C)
Lc 15
Hoy nos dice el evangelio que los “pecadores” se acercaban a Jesús, porque los aceptaba tal como eran. Los fariseos y letrados se acercaban también, pero para espiarle y condenarle. No podían concebir que un representante de Dios pudiera mezclarse con los “malditos”. El Dios de Jesús está en contra del sentir excluyente de los fariseos.
Las parábolas no necesitan explicación alguna, pero exigen implicación. El problema está en que entendemos a Dios como pastor de un rebaño, como dueño de unas monedas o como padre defraudado que espera que el hijo cambie de postura ante Él.
Después de veinte siglos, seguimos teniendo la misma dificultad a la hora de cambiar nuestro concepto de Dios. Dios no nos tiene que buscar porque para Él nadie está perdido. Está siempre identificado con cada uno de nosotros y no puede cambiar esa actitud. Nosotros olvidamos esta realidad y vivimos como si nada tuviéramos con Él.
Sé que tengo la batalla perdida, pero no dejaré de pelear. Llevamos veinte siglos sin aceptar al Dios de Jesús y adorando al dios del AT y de los fariseos. El dios que premia a los buenos y castiga a los malos no es el Dios de Jesús. El Dios que esta esperando a que nosotros nos portemos bien para amarnos, no es el Dios de Jesús. Dios es solo amor.
Olvidamos algunos detalles de las parábolas. La oveja no tiene que hacer nada para que el pastor la encuentre, mucho menos la moneda. Pero el caso del hijo es todavía peor. ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia y yo aquí me muero de hambre! Lo que le empuja a volver a la casa del padre es un interés rastrero y egoísta.
Seguimos creyendo que nuestras actitudes condicionan la acción de Dios y eso es una barbaridad. En Dios el amor es su esencia (capacidad de identificarnos con Él) y no puede dejar de amar un instante a una de sus criaturas. Si dejara de amar dejaría de ser Dios.
Es ridículo querer comprender a Dios poniendo como ejemplo la bondad de los seres humanos. Jesús no vino a salvar, sino a decirnos que estamos salvados. Un lenguaje sobre Dios que suponga expectativas sobre lo que Dios puede darme o no darme, no tiene sentido. Dios es don absoluto y total desde antes que empezara a existir.
Si somos capaces de entrar en esta comprensión de Dios, cambiará también nuestra idea de “buenos” y “malos”. La actitud de Dios no puede ser diferente para cada uno de nosotros, porque es anterior a lo que cada uno puede o no hacer. El Dios que premia a los buenos y castiga a los malos, es una aberración incompatible con el espíritu de Jesús.
Para nosotros la máxima expresión de misericordia es el perdón. Entender el perdón de Dios, tiene una dificultad casi insuperable, porque nos empeñamos en proyectar sobre Dios nuestra propia manera de perdonar. Nuestro perdón es una reacción a la ofensa que el otro me ha causado. En cambio, el perdón de Dios es anterior al pecado. Es amor.
Pensar que si Dios me ama igual cuando soy bueno que cuando fallo, no merece la pena esforzarse, es ridículo. Nada más contrario a la predicación de Jesús. La misericordia de Dios es gratuita, infinita y eterna, pero tengo que aceptarla. La actitud de Dios debe ser el motor de cambio en mí. Dios no va a cambiar porque yo cambie de actitud con Él.
Fray Marcos
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