“No
se alegren de que los espíritus se les sometan, alégrense más bien de que sus
nombres estén escritos en el cielo”.
Esta
frase de Jesús nos recuerda que el valor una vida no está en el poder, ni en
los logros visibles, ni siquiera en las experiencias espirituales
extraordinarias, sino en la relación verdadera y profunda con Dios, lo que
importa más que cualquier éxito es pertenecer al Reino de Dios, vivir como
hijas e hijos, y tener esa comunión que
nos da sentido y esperanza eterna.
Estamos
en un mundo que valora lo externo, y Jesús nos invita a centrarnos en lo
eterno, inscritos en el corazón de Dios. Vivir con fidelidad, humildad y amor
cada día, incluso cuando no se vea.
Nuestra
mayor alegría debe venir de saber que somos amados por Dios, y que Él nos
conoce por nombre y que tenemos un lugar en su Reino. Eso nos da libertad, paz
y nos centra en lo que importa.
Desde
esa luz también se hace necesario, con dolor pero con esperanza, levantar la
voz contra los abusos dentro de la iglesia, de todo tipo. No es posible
anunciar con credibilidad el Reino si se silencian las heridas de tantas
personas dañadas, por actitudes contrarias al evangelio, en la corrupción
económica, la opulencia y el apego a los cargos de poder, o encubrimientos de
injusticias que contradicen al Jesús servidor.
Hoy
más que nunca la iglesia necesita testigos, no funcionarios, pastores con olor
a ovejas, no administradores del prestigio eclesial.
Que
nuestra mayor alegría sea, como dice Jesús, sabernos inscritos en el cielo por
haber amado, acompañado, defendido y levantado con coraje a los más pequeños.
Madilene
julio 2025.