CONFESION
DE UN CARDENAL
Olivier
Le Gendre
-
Yo creo que damos una imagen de viejos alejados del mundo. ¡Mírenos
durante la misa por el difunto papa! Estamos aquí ciento cincuenta
viejos, ricamente vestidos, adosados a la solidez de la fachada de la
basílica que servia de último término poderoso a nuestros trajes
carmesíes, dominando desde arriba de las escaleras el mundo que nos
filmaba, las gentes que nos contemplaban.
»
¿Qué imagen ofrecíamos? La de, me temo, hombres ricos, lejanos,
viejos, cansados, gruesos bastantes, con gafas. Mire los cristianos
emblemáticos que nuestra época ha elegido para admirar, Madre
Teresa, el Hermano Roger, el padre Ceyrac. No son ni gruesos, ni
ricos, ni cansados, ni lejanos. No, decididamente esta manera de
mostrarnos al mundo halaga, puede ser, el ego de algunos de entre
nosotros, pero no es buena, no corresponde al mensaje del Evangelio.
-
El espectáculo parece convenir a muchos. Raro será que un
acontecimiento haya sido tan mirado, visto en la televisión como
esta misa de funeral.
-
O, el espectáculo era grandioso, bello a decir verdad. ¿Es sin
embargo nuestro papel, nuestra utilidad, nuestra vocación, el
ofrecer bellos espectáculos en las televisiones?
»
Tenemos cosas mejores que hacer, y a menudo las hacemos, o mejor
dicho, otros cristianos, que no los obispos, las hacen en nuestro
lugar, y esos no son muy conocidos, ni están vestidos ricamente, ni
viejos, y todavía menos resplandecientes de satisfacción. Nosotros,
cardenales, gobernamos y tomamos los adornos de los gobernantes. O,
precisamente mostramos adornos que ningún otro gobernante osaría
mostrar por miedo a perder su popularidad, excepto la Reina de
Inglaterra el día de su coronación.
»
¡Si supiese Vd. lo feliz que soy al no tener ya que gobernar y poder
empezar
por
fin a mi edad a hacer cosas útiles!
No
hice caso de esta confidencia reservándome el volver a ella otro
día. Le
remití
al hilo de nuestra conversación:
-
Así pues el cardenal Ratzinger es teólogo. Eso parece que le
fastidia…
-
De una manera general, yo no creo que la elección de un papa se deba
hacer
entre
los teólogos, porque no creo que la Iglesia deba estar gobernada por
la teología. Si miramos las elecciones después de la guerra, hemos
tenido un papa diplomático (Pío
XII)
un papa diplomático con una corta experiencia de arzobispo
residencial
(Juan
XXIII), un papa funcionario de la curia con una corta experiencia de
arzobispo
residencial
(Pablo VI) un arzobispo residencial que no duró mas que un mes (Juan
Pablo I) y luego un arzobispo residencial. (Juan Pablo II).
»
Hoy tenemos un teólogo, cardenal de la curia. Es una novedad. Nueva
era también la elección del cardenal Ratzinger hace veinticinco
años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Sus predecesores no eran teólogos. Los papas
precedentes
los habían preferido diplomáticos o miembros de la curia.
-
Es de todas maneras una idea rara el no querer elegir a los
responsables de la
Iglesia
según su primera competencia. No veo que tiene de chocante el que un
teólogo
se
convierta en el guardián de la fe de una Iglesia. Esto parece
incluso lógico.
-
Lógico si, prudente puede que no. Un no teólogo, pero le recuerdo
que somos
todos
diplomados en teología y que hemos pasado nuestra vida a reflexionar
sobre Dios, nuestra fe, la manera de presentarla al mundo. Un no
teólogo, decía, estará mas abierto respecto a los debates
teológicos actuales o por venir que un teólogo profesional que se
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