Habemus Papam Francisco
Por Frei
Betto 18/03/2013 ADITAL
El papa
Francisco -nombre adoptado por el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio al
ser elegido nuevo jefe de la
Iglesia Católica-
tendrá que hacerle frente a difíciles retos. Los mayores serán el imprimir colegialidad al gobierno de la Iglesia y reformar la Curia Romana.
Para
moverse en ese nido de cobras tendrá que
remover a presidentes de congregaciones (que en el Vaticano
equivalen a ministerios) y nombrar para dirigirlas a prelados que por ahora
viven fuera de Roma y son, por tanto, virtualmente inmunes a la
influencia de la "familia curial”, que es quien de hecho ejerce el poder
en la Iglesia.
Para
modificar la estructura monárquica de la
Iglesia Francisco
tendrá que repensar el estatuto de las
nunciaturas, valorar más a las
conferencias episcopales y al sínodo de los obispos y, quién sabe, crear nuevas instituciones, tales como un
colegio de laicos capaz de representar a la Iglesia
como Pueblo de Dios y no como
una sociedad clericalizada pretendidamente perfecta.
No sería
raro que dentro de poco el nuevo papa convocara su primer consistorio, elevando
al cardenalato a obispos y arzobispos de los cinco continentes, y quizás
incluyendo a sacerdotes y laicos, los llamados "cardenales in pectore”,
que no son de conocimiento público.
Tal
iniciativa debiera incluir al actual arzobispo de Rio de Janeiro, dom Orani
Tempesta, pues parece haber incongruencia en el hecho de que la arquidiócesis
carioca no tenga desde hace años un cardenal titular, como lo tiene São Paulo.
Sobre todo considerando que Rio acogerá en julio próximo la
Jornada Mundial
de la Juventud, en la que estará presente el nuevo pontífice.
La imagen
de la Iglesia Católica está manchada hoy
día por escándalos sexuales y fraudes financieros. No esperemos del nuevo papa actitudes demasiado
valientes mientras Benedicto 16 le haga sombra en el área del Vaticano. Pero sería una irresponsabilidad que el papa
Francisco no abriera, al interior de la Iglesia, un
debate sobre la moral sexual.
En este
tema son muchas las cuestiones que necesitan ser profundizadas, comenzando por
la selección de los candidatos
al sacerdocio. Ya hay una
instrucción de Roma a los obispos para que no sean aceptados jóvenes
notoriamente afeminados, lo cual me parece una discriminación incompatible
con los valores evangélicos. Equivale a impedir el ingreso a la carrera
sacerdotal de candidatos heterosexuales dotados de una masculinidad digna de
Don Juan.
El
problema no es cuestión de apariencia sino de vocación. Si la Iglesia pretende ampliar el número de sacerdotes
necesariamente tendrá que retomar el ejemplo de sus dos primeros siglos y
distinguir vocación al sacerdocio y vocación al celibato.
Quienes se
sientan en condición de abstenerse de la
vida sexual (puesto que sólo a los ángeles les es dado prescindir de la
sexualidad) deben abrazar la vida monástica, religiosa, mientras que algunos
de ellos se conviertan en sacerdotes para el servicio comunitario. Y al clero diocesano le sería permitido
escoger la vida matrimonial, como sucede en las iglesias ortodoxa y
anglicana y entre los pastores de las iglesias protestantes.
El camino más corto y más sabio sería que el
papa admitiera la reinserción de los sacerdotes casados en el ministerio
sacerdotal. Son miles; se calcula en unos cien mil en todo el mundo. Muchos
quisieran volver al servicio pastoral con derecho a administrar los
sacramentos, incluyendo la eucaristía.
La medida más innovadora sería permitir el
acceso de las mujeres al sacerdocio. No hay precedentes en la historia de la Iglesia, excepto en los países socialistas en que,
clandestinamente, algunos obispos no muy preparados ordenaron mujeres, cuyo
sacerdocio, al hacerse público, no fue reconocido por Roma.
En los evangelios se citan mujeres notoriamente
apóstolas, aunque no figuren en la lista canónica de los doce apóstoles. En
Lucas 8,1 constan los nombres de mujeres pertenecientes a la comunidad
apostólica de Jesús: María Magdalena, Juana, Susana "y otras varias”.
La
samaritana (Juan 4) fue apóstola en el sentido riguroso del término, o sea la
primera persona que anunció a Jesús como Mesías. Y María Magdalena la primera
testiga de la resurrección de Jesús.
Facilitar a las mujeres el acceso al
sacerdocio implicaría modificar uno de los puntos más anacrónicos de la
ortodoxia católica, que todavía considera a la mujer
ontológicamente inferior al varón. Es la famosa pregunta en una clase de teología: ¿Puede un esclavo ser
sacerdote? Sí, cuando sea libre, pues en cuanto hombre goza de la plenitud
humana. Pero la mujer, al ser inferior al varón, está excluida de ese derecho,
pues no tiene la plenitud humana.
Al nuevo
papa se le presentan otros desafíos, como el diálogo
interreligioso. En los
últimos pontificados Roma ha dado pasos significativos para mejorar las
relaciones del catolicismo con el judaísmo, yendo el papa a visitar el
muro de las lamentaciones en Jerusalén y eliminando la tacha de que los judíos
fueron los asesinos de Jesús.
Pero ha retrocedido
en relación con los musulmanes. En su visita a la universidad de
Regensburg, en Alemania, en el 2006, Benedicto 16 cometió la torpeza de citar
una historia del siglo 14, según la cual el emperador bizantino le pide a un
persa que le muestre "lo que Mahoma
trajo de nuevo, y usted encontrará sólo cosas inhumanas, como su orden de
extender por la espada la fe que predicaba”. Aunque la intención del papa
fuera condenar el uso de la violencia por medio de la religión -en lo que la Iglesia fue maestra por medio de la
Inquisición-,
la comunidad islámica, con razón, se sintió ofendida.
Al visitar
los Estados Unidos en el 2008 Benedicto 16 estuvo en una sinagoga de Nueva
York, pero no visitó ninguna mezquita, lo que habría demostrado su
imparcialidad y su apertura a la diversidad religiosa, además de darle un
mentís al prejuicio estadounidense de que musulmán rima con terrorista.
Hay que profundizar
también el diálogo con las religiones de Oriente, como el budismo y las
tradiciones espirituales de la India. Y buscar un mayor acercamiento a los cultos
animistas de África y a los ritos indígenas de América Latina.
Ha llegado
la hora de que la Iglesia
Católica admita la pertinencia de las razones que
provocaron la ruptura con las Iglesias Ortodoxas y la de Lutero. Y, en un gesto
ecuménico, buscar la unidad en la diversidad, de modo que se pueda dar
testimonio de una sola Iglesia de Cristo.
Habría que
reconocer, tal como propone el concilio Vaticano 2°, que las semillas del
Evangelio fructifican también en las denominaciones religiosas no cristianas, o
sea que fuera de la Iglesia Católica sí hay salvación.
El papa
Francisco tendrá que optar entre los tres
dones del Espíritu Santo
ofrecidos a los discípulos de Jesús: sacerdote, doctor o profeta. Siendo un sacerdote como Juan Pablo 2°,
tendremos una Iglesia orientada hacia sus propios intereses como institución
clerical, con laicos tratados como ovejas sumisas y con desconfianza frente
a los desafíos de la posmodernidad.
Al ser un doctor como Benedicto 16, el nuevo
pontífice reforzaría una Iglesia más maestra que madre, en la cual la
preservación de la doctrina tradicional importaría más que insertar a la Iglesia en los nuevos tiempos en que vivimos, incapaz
de ser, como san Pablo, "griego con los griegos y judío con los judíos”.
Asumiendo
su munus (rol) profético, como Juan 23,
el papa Francisco se empeñará en una profunda reforma de la Iglesia, para que a través de ella resplandezca la
palabra y el testimonio de Jesús, en el cual Dios se hizo uno de nosotros.
"Habemus
papam!” Ya sabemos quién es: Francisco. Primera vez en la historia que un papa
adopta el nombre de aquel que soñó que la Iglesia se derrumbaba y le tocaba a él reconstruirla.
El tiempo dirá en qué quedó todo.
[Frei Betto es escritor, autor de "La obra
del Artista. Una visión holística del Universo”, entre otros libros.
www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
Copyright 2013 – Frei Betto - No es permitida la reproducción de este artículo por cualquier medio, electrónico o impreso, sin autorización. Le invitamos a que se suscriba a todos los artículos de Frei Betto; de este modo usted los recibirá directamente en su correo electrónico. Contacto – MHPAL – Agência Literária (mhpal@terra.com.br)
Traducción de J.L.Burguet].
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Caixa Postal 131 - CEP 60.001-970 - Fortaleza - Ceará - Brasil
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