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Eduardo Galeano 21/agosto/2013
Enviado a la página web de Redes Cristianas
Desde hace unos trescientos sesenta
millones de años, las plantas vienen produciendo semillas fecundas, que generan
nuevas plantas y nuevas semillas, y nunca han cobrado nada por ese favor que
nos hacen.
Pero en 1998, fue otorgada a la
empresa Delta and Pine la patente que santifica la producción y la venta de semillas estériles, que obligan a
comprar nuevas semillas en cada siembra. A mediados de agosto del año 2006, la
empresa Monsanto, de sacro nombre, se adueñó de la Delta and Pine, y también de
la patente.
Así Monsanto consolidó su poder
universal: las semillas estériles, llamadas semillas suicidas o semillas Terminator, integran el muy lucrativo
negocio que también obliga a comprar herbicidas, pesticidas y otros venenos de
la farmacia transgénica.
En la Pascua del año 2010, pocos
meses después del terremoto, Haití recibió un gran regalo de Monsanto: sesenta
mil bolsas de semillas producidas por la industria química. Los campesinos se
juntaron para recibir la ofrenda, y quemaron todas las bolsas en una inmensa
hoguera.
(- Los hijos de los días.)
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