El Papa Francisco y la despaganización del papado
13/10/2013
Las
innovaciones en los hábitos y en los discursos del Papa Francisco han abierto
una crisis aguda en los grupos conservadores que seguían estrictamente las
directrices de los dos Papas anteriores. Para ellos ha sido especialmente
intolerable que el papa haya recibido en audiencia privada a uno de los
iniciadores de la “condenada” Teología de la Liberación, el peruano Gustavo
Gutiérrez. Se sienten aturdidos ante la sinceridad del Papa, al reconocer
errores en la Iglesia y en sí mismo, al denunciar el carrerismo de muchos
prelados, calificando de “lepra” el espíritu cortesano y adulador de muchos en
el poder, los llamados “vaticanocéntricos”.
Lo que realmente les escandaliza es
la inversión que hace, al poner en primer lugar el amor, la misericordia, la
ternura, el diálogo con la modernidad y la tolerancia con las personas, incluso
con las divorciadas y homoafectivas, y solo después las doctrinas y disciplinas
eclesiásticas.
Ya se oyen voces de los más
radicales que, con referencia al Papa Francisco, hacen para “el bien de la
Iglesia” (la suya evidentemente) este tipo de peticiones: “Señor, ilumínalo o
elimínalo”. La eliminación de los papas problemáticos no es una rareza en la
larga historia del papado. Hubo un momento entre los años 900 y 1000, la llamada
«era pornocrática» del papado en la que casi todos los papas fueron envenenados
o asesinados.
Las críticas más frecuentes que
circulan en las redes sociales de estos grupos, históricamente anticuados y
atrasados, van en la línea de acusar al actual Papa de estar desacralizando la
figura del papado, banalizándola y secularizándola. En realidad ellos ignoran
la historia y son rehenes de una tradición secular que tiene poco que ver con
el Jesús histórico y el estilo de vida de los Apóstoles. Pero tiene mucho que
ver con la lenta paganización y mundanización de la Iglesia al seguir el estilo
de los emperadores romanos paganos y de los príncipes
renacentistas.
Las puertas para este proceso
fueron abiertas ya en tiempos de Constantino (274-337), que reconoció el
cristianismo, y de Teodosio (379-395) que lo oficializó como la única religión
reconocida en el Imperio. Con el declive del Imperio Romano se crearon las
condiciones para que los obispos, especialmente el de Roma, asumiesen funciones
de orden y de mando. Esto ocurrió de manera clara con el Papa León I, el Grande
(440-461), que fue proclamado alcalde de Roma para enfrentar la invasión de los
hunos. Fue el primero en usar el nombre de Papa, antes reservado sólo a los
emperadores. Adquirió más fuerza con el Papa Gregorio el Grande (540-604),
también proclamado alcalde de Roma, y culminó más tarde con Gregorio VII
(1021-1085) que se arrogó el poder absoluto en el campo religioso y secular: tal
vez la mayor revolución en el campo de la eclesiología.
Los actuales hábitos imperiales,
principescos y cortesanos de toda la jerarquía, de los cardenales y de los papas
se remiten especialmente al Papa Silvestre (334-335). En su tiempo se creó una
falsificación, la llamada “Donación de Constantino”, con el objetivo de
fortalecer el poder papal. Según ella, el emperador Constantino habría dado al
Papa la ciudad de Roma y la parte occidental del Imperio. Se incluía en esa
“donación”, desenmascarada como falsa por el cardenal Nicolás de Cusa
(1400-1460), el uso de las insignias y la indumentaria imperiales (púrpura), el
título de Papa, de sumo pontífice, el báculo de oro, la capa sobre los hombros
revestida de armiño y orlada de seda, la formación de la corte y la residencia
en palacios.
Este es el origen de los actuales
hábitos principescos y cortesanos de la Curia romana, de la jerarquía de la
iglesia y de los cardenales, especialmente del Papa. Su fuente es el estilo de
los emperadores romanos paganos y la suntuosidad de los príncipes renacentistas.
Ha habido, pues, un proceso de paganización y de mundanización de la Iglesia
como institución jerárquica.
Los que quieren volver a la
tradición ritual que rodea la figura del Papa ni siquiera son conscientes de
este proceso históricamente cerrado y condicionado. Insisten en algo que no pasa
por la criba de los valores evangélicos y de la práctica de Jesús.
¿Qué está haciendo el Papa
Francisco? Está restituyendo al papado y a toda la jerarquía su verdadero
estilo, ligado a la Tradición de Jesús y de los Apóstoles. En realidad, está
volviendo a la tradición más antigua, operando una despaganización del papado
dentro del espíritu del Evangelio, vivido tan emblemáticamente por su inspirador
san Francisco de Asís.
La tradición auténtica está del
lado del Papa Francisco. Los tradicionalistas son solo tradicionalistas y no
tradicionales. Están más cerca del palacio de Herodes y de César Augusto que de
la gruta de Belén y de la casa del artesano de Nazaret. En contra de ellos está
la práctica de Jesús y sus dichos sobre el despojamiento, la sencillez, la
humildad y el poder como servicio y no como lo hacen los príncipes paganos y los
grandes que subyugan y dominan: “no debe ser así entre vosotros, que el mayor
sea como el menor, y el que manda como el que sirve” (Lc 22,26). El Papa
Francisco habla a partir de esta tradición original, y la más antigua, la de
Jesús y los Apóstoles. Por eso desestabiliza a los conservadores que se han
quedado sin argumentos.
Vease mi libro La Iglesia se
hizo pueblo, Paulinas 1987
No hay comentarios:
Publicar un comentario