ABIERTAS
AL PROYECTO DE DIOS
Los
relatos evangélicos no ofrecen duda alguna. Según Jesús, Dios tiene un gran
proyecto: construir en el mundo una gran familia humana. Atraído por este
proyecto, Jesús se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre y
todos aprendan a vivir como hermanos. Este es el camino que conduce a la
salvación del género humano.
Para
algunos, la familia actual se está arruinando porque se ha perdido el ideal
tradicional de “familia cristiana”. Para otros, cualquier novedad es un
progreso hacia una sociedad nueva. Pero, ¿cómo es una familia abierta al
proyecto humanizador de Dios? ¿Qué rasgos podríamos destacar?
Amor
entre los esposos. Es lo primero. El hogar está vivo cuando los padres
saben quererse, apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse,
dialogar y confiar el uno en el otro. La familia se empieza a deshumanizar
cuando crece el egoísmo, las discusiones y malentendidos.
Relación
entre padres e hijos. No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e
hijos viven enfrentados y sin apenas comunicación alguna, la vida familiar se
hace imposible, la alegría desaparece, todos sufren. La familia necesita un
clima de confianza mutua para pensar en el bien de todos.
Atención
a los más frágiles. Todos han de encontrar en su hogar acogida, apoyo y
comprensión. Pero la familia se hace más humana sobre todo, cuando en ella se
cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se quiere con respeto y
paciencia a los mayores, cuando se atiende con solicitud a los enfermos o
discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal.
Apertura
a los necesitados. Una familia trabaja por un mundo más
humano, cuando no se encierra en sus problemas e intereses, sino que vive
abierta a las necesidades de otras familias: hogares rotos que viven
situaciones conflictivas y dolorosas, y necesitan apoyo y comprensión; familias
sin trabajo ni ingreso alguno, que necesitan ayuda material; familias de
inmigrantes que piden acogida y amistad.
Crecimiento
de la fe. En la familia se aprende a vivir las cosas más importantes. Por
eso, es el mejor lugar para aprender a creer en ese Dios bueno, Padre de todos;
para conocer el estilo de vida de Jesús; para descubrir su Buena Noticia; para
rezar juntos en torno a la mesa; para tomar parte en la vida de la comunidad de
seguidores de Jesús. Estas familias cristianas contribuyen a construir ese
mundo más justo, digno y dichoso querido por Dios. Son una bendición para la
sociedad.
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