La Iglesia que SÍ quiere el Papa, en
la que sueña y conforme a la cual deberíamos ser la CEB como Iglesia
Son
innumerables los rasgos que el Papa va destacando en el rostro de Iglesia que
él sueña que sea conforme al Evangelio. Todavía hace pocos días al dirigirse a
los participantes del Encuentro Intereclesial de la CEB en Brasil, insiste en
la Iglesia Evangelizadora y Misionera.
Como
hicimos al hablar de los NO, voy a presentar primero una simple enumeración de
esos rasgos de la Iglesia y después pondré a modo de ejemplo algunas palabras
textuales del Papa.
I Parte Síntesis de lo que el Papa nos ha ido expresando
como sus sueños sobre la Iglesia, y que en su Exhortación la Alegría del
Evangelio va explicitando y concretando más.
1.- PERFIL DE LA
IGLESIA: RASGOS PRINCIPALES del perfil de la Iglesia que el Papa señala:
Una iglesia que tiene en el centro a
Jesús y al Evangelio.
Y por lo mismo que no es autorreferente,
sino que es servidora del Reino.
La Iglesia esencialmente Evangelizadora
y Misionera.
Es una iglesia Profética, sobre
todo de cara a la injusticia
Es esencialmente y principalmente Misericordiosa,
como lo es Jesús.
Esta Iglesia reconoce sus pecados y
siempre está abierta a la conversión.
En su misma naturaleza, es o debería ser
una Iglesia Ecuménica.
Una Iglesia pobre y con los
Pobres-excluidos y su causa
2.- ALGUNAS ACTITUDES FUNDAMENTALES QUE DEBERÍAN ESTAR
PRESENTES SIEMPRE EN LA IGLESIA:
Ante todo que sea una Iglesia abierta.
Si se encierra se enferma.
Arriesgada
aunque se accidente.
Una iglesia creativa.
una iglesia orante.
una iglesia plenamente humana.
Una iglesia comunitaria en que nos
cuidamos y acompañamos unos a otros.
Una Iglesia humilde sin ostentación,
sin lujos y sin espíritu mundano.
Una iglesia sin corrupción.
Una iglesia de Salida
y aún como Tienda-Hospital de Campaña
Una iglesia Misericordiosa
una iglesia pobre y para los pobres y
excluidos.
3.- ACTUAR. De lo
dicho en el perfil y en las actitudes, obviamente brota un actuar de la
Iglesia. Con todo, conviene explicitar algunos puntos de su actuar.
Es una iglesia
solidaria, que toca en su actuar la carne sufriente de Cristo.
Que es solidaria en
particular con los jóvenes sin oportunidades, con los ancianos abandonados, con
los Migrantes, y con los que sufren la criminal Trata de Personas.
La Iglesia condena
firmemente las injusticias, y en especial el abuso y el poder omnímodo del
libre mercado y del dinero. Esto lo ha repetido el
Papa insistentemente y por eso es criticado en los centros de poder y CNN le
dio como burla, una medalla de cartón.
La iglesia debe analizar
la realidad con una visión de los signos de los tiempos.
Iglesia que sabe
distinguir en su compromiso político, lo que le toca más a los laicos y lo que
cada comunidad debe discernir y que no se puede decir desde muy lejos,
desde Roma.
La Iglesia que sueña el
Papa tiene claramente un compromiso político desde los más pobres y
vulnerables.
El Papa también nos habla
en particular de cómo la Iglesia tiene que cuidar la Naturaleza y no estar
de espaldas a su destrucción.
Como decía al comienzo de este apartado, mucho de lo que el
Papa sueña sobre el actuar de la Iglesia, está dicho en lo que dice que no debe
ser la Iglesia, y entonces lo que toca es actuar en sentido contrario a lo que
ha rechazado y condenado.
VIVIR NUESTRO MODO DE SER IGLESIA CON ESTAS CARACTERISTICAS QUE SUEÑA EL
PAPA ES UN ENORME DESAFÍO QUE SOLO LO
PODREMOS REALIZAR CON LA GRACIA DE CRISTO, DOCILES A LA ACCIÓN DEL ESPIRITU
ESCUCHANDO EL CLAMOR DE NUESTRO PUEBLO.
PREGUNTAS. 1.- De las características que señala el Papa ¿cuáles son las
que se están dando en nuestras CEB y tenemos que agradecer y reforzar?
2.- ¿Cuáles de las características que señala el Papa, están más débiles
o están ausentes en nuestro caminar CEB y deberemos luchar con la gracia de
Dios para que estén presentes y vivas en nuestras CEB?
II Parte Palabras Textuales del Papa
CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA QUE
QUIERE EL PAPA.
1.- PERFIL DE LA IGLESIA: RASGOS PRINCIPALES del perfil de
la Iglesia que quiere y desea el Papa:
Jesucristo también puede romper
los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende
con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente
y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos
creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas
de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción
evangelizadora es siempre nueva (11).
“Imitar a Cristo en el
salir de sí e ir al encuentro con el otro. ¡Quien pone al centro de la propia
vida a Cristo se descentra! Cuanto más te unís a Jesús, Él se convierte en el centro de
tu vida; cuánto más Él te hace salir de ti mismo, te descentra y te abre a los
otros".
Hoy, en este “id” de Jesús, están presentes los escenarios y
los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva
“salida” misionera (…). Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es
el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este
llamado: salir de la propia comodidad y
atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio
(20).
La iglesia no es una
asociación asistencial, cultural o política; es un cuerpo vivo, que camina y
actúa en la historia, que tiene a Jesucristo como cabeza que lo guía, lo
alimenta y lo ayuda.
Dios nos ama, no tengamos
miedo de amarlo. La fe se profesa con la boca y con el corazón. Con la palabra y con el
amor
El individualismo
postmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la
estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los
vínculos familiares. La acción pastoral
debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta
una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales.
Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas
formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de
sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos
«mutuamente a llevar las cargas»
(Ga 6,2).
“Cómo me gustaría una
Iglesia pobre y para los pobres”
Hay un signo que no debe
faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta
y desecha (195).
Quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho
que enseñarnos (…). Es necesario que
todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una
invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el
centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en
ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas (198).
Si se olvida el primado
de la misericordia no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos
doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El
mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener “olor a
Evangelio” (39).
El Concilio Vaticano II presentó la conversión
eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí (26).
Sueño con una opción
misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los
estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en
un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la
autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral
sólo puede entenderse en este sentido: procurar
que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas
sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes
pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva
de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.
Prefiero una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia
preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de
obsesiones y procedimientos.
2.- ALGUNAS ACTITUDES FUNDAMENTALES QUE DEBERÍAN ESTAR
PRESENTES EN LA IGLESIA:
“Debemos ser semilla
de vida y de amor, la semilla es una cantidad infinitamente más pequeña que la
cantidad de frutos, flores y árboles que nacen de ella…
Que todos puedan admirar
cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os
acompañáis (99).
“Los obispos deben
ser pastores cercanos a la gente, padres y hermanos con mucha mansedumbre,
pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza
interior como libertad, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad
de vida”. “Deben ser hombres que no tengan ‘psicología de príncipes”.
“Pecadores si, corruptos
no. El
problema no es ser pecadores, sino no arrepentirse del pecado, no tener
vergüenza de lo que hemos hecho. Pese a que Pedro era pecador, Jesús mantuvo su
promesa de edificar sobre él su Iglesia. Pedro era pecador, pero no corrupto.
Pecadores, sí, todos: corruptos, no.”
La Iglesia no evangeliza
si no se deja continuamente evangelizar (174).
La comunidad
evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se
abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el
pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su
voz.
En algunos hay un cuidado
ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero
sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de
Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se
convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos (95).
Una pastoral en clave
misionera no
se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que
se intenta imponer a fuerza de insistencia (35).
La Iglesia «en salida» es
una Iglesia con las puertas abiertas. Siempre tiene la dinámica del
éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo,
siempre más allá (20). Salir hacia los demás para llegar a las periferias
humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces
es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y
escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado
del camino. A veces es como el padre del
hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando
regrese, pueda entrar sin dificultad.
Más que el temor a
equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa
contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres
donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y
Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37) (50).
Esto vale sobre todo para
las exhortaciones bíblicas que invitan con tanta contundencia al amor fraterno,
al servicio humilde y generoso, a la justicia, a la misericordia con el pobre.
Jesús nos enseñó este camino de reconocimiento del otro con sus palabras y con
sus gestos. ¿Para qué oscurecer lo que es tan claro? No nos preocupemos sólo
por no caer en errores doctrinales, sino también por ser fieles a este camino
luminoso de vida y de sabiduría. Porque «a los defensores de «la ortodoxia» se
dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad
culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes
políticos que las mantienen».[161]
Cualquier comunidad de la
Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse
creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad
y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque
hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida
en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones
infecundas o con discursos vacíos.
Una Iglesia como hospital
de campaña, que se ocupe de los pobres, de la periferia y de la calle, que se equivoca por
hacer algo antes que una que se enferma por quedarse encerrada.
3.- ACTUAR.
Graba estas palabras en
tu corazón: caminemos juntos todos, cuidémonos los unos a los otros,
cuídense entre ustedes, no se hagan daño, cuídense la vida, cuiden la familia, cuiden
a los niños, cuiden a los viejos, que no haya odio, que no haya pelea, dejen de
lado la envidia, dialoguen entre ustedes, que este deseo de cuidarse vaya
creciendo en el corazón y acérquense a Dios.
Recordemos que el odio,
la envidia, la soberbia, ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces
vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es donde salen
las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen.
Que el Señor nos conceda
a todos la gracia de cuidar un poquito más la lengua respecto a los
comentarios que decimos de los demás. Es una pequeña penitencia pero da buenos
frutos.
Pequeños pero fuertes en
el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos
llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos (216).
Jesús quiere que toquemos
la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás (270).
La tarea primaria que le
corresponde a la Iglesia es la de testimoniar la misericordia de Dios y alentar
generosas respuestas a la solidaridad, para abrir un futuro de esperanza; porque allí donde crece
la esperanza se multiplican también las energías y el compromiso para la
construcción de un orden social y civil más humano y más justo y emergen nuevas
potencialidades para un desarrollo sostenible y sano.»
“Que la Iglesia sea
siempre un lugar de misericordia y esperanza, donde cada uno se sienta acogido,
amado y perdonado” y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio (1.
La Iglesia debe aceptar esa libertad inaferrable de la
Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas que suelen superar
nuestras previsiones y romper nuestros esquemas (22)
Cristianos evangélicos,
Cristianos ortodoxos, Cristianos católicos… ¿por qué divididos?, debemos buscar
la unidad”“debemos
rezar entre nosotros católicos y también con los cristianos para que el Señor
no dé la unidad… La unidad es superior al conflicto”.
La pastoral en clave de
misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho
así”. Invito a todos a ser audaces y creativos… Sin prohibiciones ni miedos (33).
Si la Iglesia entera
asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a
quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación
contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres
y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no
tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben
explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres
son los destinatarios privilegiados del Evangelio», y la evangelización
dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay
que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los
pobres. Nunca los dejemos solos.
Para eso, a veces estará
delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará
simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en
ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre
todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos
(31).
Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de
responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes o en un
Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro. Si no encuentran en la
Iglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz
al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad
misionera, terminarán engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a
Dios.
Debemos devolver la
esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos, abrirnos hacia el futuro,
difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la
paz.
“Los males más graves que afligen al mundo en estos años son
la desocupación de los jóvenes y la soledad en la que son abandonados los
viejos. Los viejos necesitan cura y compañía, los jóvenes necesitan trabajo y
esperanza, pero no tienen ni lo uno ni lo otro, y el problema está en que ya no
buscan ambos. El presente los ha aplastado. Dígame: ¿se puede vivir aplastados
en el presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse al futuro
construyendo un proyecto, un porvenir, una familia? ¿Es posible seguir así?
Este, según yo, es el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí”.
PREGUNTAS. 1.- De las
características que señala el Papa ¿cuáles son las que se están dando en
nuestras CEB que deberíamos dar gracias y fortalecer?
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