Francisco y la economía de mercadoby Ecupres |
Por Frei Betto (*)
Brasil
El
papa Francisco ha divulgado el documento “Alegría del Evangelio”, en el que deja
claro su pensamiento. Su voz profética incomodó a la CNN, la poderosa red de
comunicación de los EE.UU., que le concedió la “Medalla de Cartón”, destinada a
aquellos que, en materia de economía, hablan tonterías.
¿Cuáles
son las “tonterías” proferidas por el papa Francisco? Juzgue el lector: “Hoy
debemos decir no a una economía de la exclusión y de la desigualdad social. Esta
economía mata. No es posible que la muerte por congelamiento de un anciano sin
abrigo no sea noticia, mientras sí lo es la caída de dos puntos de la Bolsa.
Esto es exclusión. No se puede tolerar más el hecho de tirar comida a la basura
cuando hay personas que pasan hambre. Esto es desigualdad social.
“Hoy
todo entra en el juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el
poderoso se come al más débil. Como consecuencia de dicha situación, grandes
masas de población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin perspectivas,
en un callejón sin salida.
“El
ser humano es considerado, en sí mismo, como un bien de consumo que se puede
usar y después tirarlo. Así dio comienzo la cultura de lo descartable,
que, además, llega a ser promovida. Ya no se trata sencillamente del fenómeno de
explotación y opresión, sino de una realidad nueva: con la exclusión se hiere
desde su misma raíz la pertenencia a la sociedad en que se vive, pues quien vive
en las favelas, en la periferia o sin poder ya no está en ella sino fuera. Los
excluidos no son explotados, sino residuos, sobras”. (53)
A
continuación Francisco condena la lógica de que el libre mercado consigue, por
sí mismo, promover la inclusión social. “Esta opinión, que nunca fue confirmada
por los hechos, expresa una confianza vaga e ingenua en la bondad de aquellos
que detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema
económico reinante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando.
“Para
poder favorecer un estilo de vida que excluye a los otros e incluso
entusiasmarse con este ideal egoísta, se desarrolló una globalización de la
indiferencia. Casi sin darnos cuenta nos hemos vuelto incapaces de compadecernos
o de oír los clamores ajenos, ya no lloramos a la vista del drama de los demás
ni nos interesamos por cuidar de ellos, como si todo fuera una responsabilidad
del otro, que no nos incumbe a nosotros.
“La
cultura del bienestar nos anestesia, hasta el punto de perder la serenidad si el
mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras que todas estas
vidas segadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que no
nos incomoda en forma alguna”. (54)
El
papa enfatiza que los intereses del capital no pueden estar por encima de los
derechos humanos. “Una de las causas de esta situación está en la relación
establecida con el dinero, porque aceptamos pacíficamente su dominio sobre
nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace
olvidar que, en su origen, hay una crisis antropológica profunda: la negación de
la primacía del ser humano.
“Creamos
nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (ver Éxodo 32,1-35)
encontró una nueva y cruel versión en el fetichismo del dinero y en la dictadura
de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis
mundial, que envuelve las finanzas y la economía, pone al descubierto sus
propios desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de una orientación
antropológica que reduce al ser humano a apenas una de sus necesidades, el
consumo”. (55)
Sin
citar al capitalismo, Francisco defiende el papel del Estado como proveedor
social y condena la autonomía absoluta del libre mercado. “Mientras que las
ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, los de la mayoría se quedan
cada vez más lejos del bienestar de la minoría feliz. Tal desequilibrio proviene
de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera. Por eso niegan el derecho del control de los Estados,
encargados de velar por la tutela del bien común.
“Se
instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma
unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además de lo cual, la deuda y
los respectivos intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su
economía, y a los ciudadanos de su real poder de compra. A todo lo cual viene a
sumarse una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han
adquirido dimensiones mundiales. La ambición del poder y del tener no conoce
límites. En este sistema que tiende a deteriorarlo todo para aumentar los
beneficios, cualquier realidad que sea frágil, como el medio ambiente, queda
indefensa ante los intereses del mercado divinizado, transformados en regla
absoluta”. (56)
En
fin, un profeta que pone el dedo en la llaga, pues nadie ignora que el
capitalismo fracasó para dos tercios de la humanidad, o sea para 4 mil millones
de personas que, según la ONU, viven por debajo de la línea de la pobreza.+
(PE/La Red)
(*)
Fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación.
SN
0389/14
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