DOMINGO
22 DEL TIEMPO ORDINARIO /A
APRENDER A PERDER –
J.A.Pagola
El dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis veces: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”. Jesús no está hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.
El dicho está expresado
de manera paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes
de orientar la vida: una conduce a la salvación, la otra a la
perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más
duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación
definitiva.
El primer camino consiste
en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer
del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la
existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o
ventaja, conduce al ser humano a la perdición.
El segundo camino
consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo
último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la
propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino
también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce
al ser humano a su salvación.
Jesús está hablando
desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave
advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad
dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su
propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos,
su propio interés?
La lógica que dirige en
estos momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los
individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener
siempre más”. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir
bien, necesitamos siempre más productividad, más consumo, más
bienestar material, más poder sobre los demás.
Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?
Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?
Si los países privilegiados solo buscamos “salvar” nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo, hemos de aprender a perder.
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