viernes, 26 de septiembre de 2014

BIENAL DE MONTEVIDEO

Del 25 de SETIEMBRE

al 22 de NOVIEMBRE

2da

BIENAL DE
MONTEVIDEO

500 años de futuro

500 años de futuro

 
La distancia que separa el presente del futuro se mide de modos diferentes y en unidades de medida variables en cada época. Ora el futuro parece estar al alcance de la mano, ora se aleja hasta lo inalcanzable. En ocasiones esta distancia se mide en nano segundos, otras en años, décadas y siglos. Los ingenieros intentan traducir la dimensión temporal a otra espacial y determinar la distancia entre presente y futuro con categorías físicas como millas, horas, kilovatios, o con el tacómetro, mientras que a los artistas les toca –no pocas veces– registrar las ruinas que bordean ese camino. Mientras que en el arte esta distancia es vivenciada de forma extremadamzente subjetiva y no lineal, la ciencia y la tecnología aspiran a la objetividad y plausibilidad.
El temor al mañana o, por el contrario, su anhelo, hará aparecer siempre al futuro en un matiz y extensión diferentes.
El futuro como el gran relato del arte
Desde la perspectiva eurocéntrica la cronología en el hemisferio occidental comienza recién en 1507, cuando el nombre "América" aparece por primera vez en un mapamundi de Martin Waldseemüller. Sin embargo, el hecho de que el continente estuviese poblado desde hace más de veinte mil años solía ignorarse, entre otras cosas, porque durante la conquista se destruyó una gran parte del patrimonio indígena.
Ante esta aniquilación a gran escala de una historia y un pasado, no es de extrañar que en Sudamérica también el futuro haya tenido que aplazarse una y otra vez. Esto es particularmente cierto para Brasil, el eterno "país del futuro". Que en los últimos años ese futuro haya logrado alcanzarse –quizás por primera vez– se debe a un aceleramiento cultural en el que colaboraron, entre otros, las bienales de arte. De modo que estaremos bien aconsejados si entendemos el futuro por medio de la visión de los artistas.
Traspasando los hemisferios, la 2a Bienal de Montevideo desplegará aquellos grandes relatos que harán reducir, aumentar o incluso converger las distancias temporales y espaciales entre los continentes.
El título sugiere que en todos los momentos de la historia el presente ha sido una proyección hacia el futuro. Quizá el pasado y el presente no sean otra cosa que una acumulación de futuros imaginarios que entretanto alcanzaron los 500 años y se encuentran divididos en dos mitades, porque en Sudamérica siempre se tuvo que considerar o incluso vivir la historia de Europa.
Hasta el tiempo fue importado de Europa. En el año 1650 el Rey Felipe III donó un reloj que fue creado por los moros para la Alhambra, a la Catedral de Comayagua (Honduras). Es considerado el reloj más antiguo de América y todavía funciona correctamente.
Una comparación de este antiguo reloj árabe con el tiempo autoconstruido del proyecto Standard Time de Mark Formanek es muy sugestivo. El primero marca el comienzo de la mecánica moderna en América; el último, el retorno consciente a formas artesanales de producción. En el intento por construir cada minuto con la ayuda de tablas de madera, los trabajadores de Standard Time se mueven permanentemente al borde del fracaso. Se trata de una visualización del tiempo que –de manera precaria– todos los días pretende construir un puente entre el pasado y el futuro y que, no obstante, debe ser actual y puntual. Un sólo error interrumpiría para siempre el flujo inexorable del tiempo.
Mientras que los llamados "medios sociales" incrementan la velocidad, como si de esta forma uno podría acercarse más rápidamente al futuro y a otras personas, cada vez más artistas ven como la tarea más noble del arte la detención del curso del tiempo o, más aún, la posibilidad de construirlo ellos mismos.
Por esta razón los artistas contemporáneos recurren crecientemente a archivos de todo tipo que aluden al pasado: objetos de otras épocas, fotografías en blanco y negro de principios del siglo, películas vintage y found footage de los inicios del cine, entre otros. Ahora que todo ya ha sido fotografiado y filmado, y porque se confía cada vez menos en las promesas del presente, armar archivos parece haberse convertido en uno de los procedimientos más modernos. En estas obras se suprime la habitual concepción lineal del tiempo y el progreso, por lo que, en no pocos casos, el artista contemporáneo llega tarde, procesando temáticas antiquísimas.
El arte es una máquina del tiempo que pertenece tanto a las eras más remotas como al presente y, precisamente, la cercanía inesperada entre lo más antiguo y lo más nuevo es una de las paradojas del arte.
© Texto del curador general Alfons Hug
 

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