DOMINGO 27 DEL TIEMPO ORDINARIO /A
CRISIS RELIGIOSA
La parábola de los viñadores homicidas es un relato en el que Jesús va
descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido.
Es una historia triste. Dios lo había cuidado desde el comienzo con todo
cariño. Era su viña preferida Esperaba hacer de ellos un puebloejemplar por su justicia y su fidelidad.
Serían una gran luz para todos los pueblos.
Sin embargo aquel pueblo fue
rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando
para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto incríble
de amor, les envío a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo
terminaron con El. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera
tan ciega y obstinada sus expectativas? Los dirigentes religiosos que están
escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos
términos de la pará bola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar
muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros.
Jesús saca rápidamente una conclusión que no
esperan: Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se
le dará a un pueblo que produzca frutos. Comentaristas y predicadores han
interpretado con frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la
Iglesia cristiana como el nuevo Israel después del pueblo judío que, después de
la destruccion de Jerusalén el año setenta, se ha dispersado por todo el mundo.
Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Una lectura honesta
del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿Estamos produciendo en
nuestros tiempos los frutos que Dios espera de su pueblo: justicia para los
excluidos, solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón...? Dios no tiene
por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que
espera.
No tiene por qué identificarse con
nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si
no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su
proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia.
Nosotros hablamos de crisis religiosa, de descristianización, de abandono de la
práctica religiosa...
¿No estará Dios preparando el
camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia más fiel al proyecto del
reino de Dios? ¿No es necesaria esta crisis para que nazca una Iglesia menos
poderosa pero más evangélica, menos numerosa pero más entregada a hacer un
mundo más humano? ¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios?
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