miércoles, 1 de octubre de 2014

COMENTA PAGOLA. Dgo. 27 del Tpo. Ordinario CRISIS RELIGIOSA



DOMINGO 27 DEL TIEMPO ORDINARIO /A
CRISIS RELIGIOSA
La parábola de los viñadores homicidas es un relato en el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido. Es una historia triste. Dios lo había cuidado desde el comienzo con todo cariño. Era su viña preferida   Esperaba hacer de ellos un puebloejemplar por su justicia y su fidelidad. 

Serían una gran luz para todos los pueblos.
Sin embargo aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto incríble de amor, les envío a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo terminaron con El. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera tan ciega y obstinada sus expectativas? Los dirigentes religiosos que están escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos términos de la pará bola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros.
 Jesús saca rápidamente una conclusión que no esperan: Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca frutos. Comentaristas y predicadores han interpretado con frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la Iglesia cristiana como el nuevo Israel después del pueblo judío que, después de la destruccion de Jerusalén el año setenta, se ha dispersado por todo el mundo. Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Una lectura honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿Estamos produciendo en nuestros tiempos los frutos que Dios espera de su pueblo: justicia para los excluidos, solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón...? Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera.
No tiene por qué identificarse con nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia. Nosotros hablamos de crisis religiosa, de descristianización, de abandono de la práctica religiosa...
¿No estará Dios preparando el camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia más fiel al proyecto del reino de Dios? ¿No es necesaria esta crisis para que nazca una Iglesia menos poderosa pero más evangélica, menos numerosa pero más entregada a hacer un mundo más humano? ¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios?

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