Noticeu El Papa a los nuevos cardenales: Que el pueblo de Dios vea siempre en nosotros la firme denuncia de la injusticia y el servicio alegre de la verdad
Ciudad del Vaticano, 14 febrero 2015
(VIS).- Esta mañana, a las 11, se ha celebrado en la Basílica Vaticana
el Consistorio ordinario público en el que el Santo Padre ha creado 20
nuevos cardenales, a los que ha impuesto la birreta, ha entregado el
anillo y ha asignado el título o diaconía.
A la celebración ha asistido también el
Papa emérito Benedicto XVI al que el Papa Francisco saludó entrando en
la basílica y que también fue saludado en su discurso por el cardenal
Dominique Mamberti, Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura
Apostólica, el primero entre los nuevos cardenales, que dirigió al Santo
Padre, en nombre de todos los neo-purpurados unas palabras de gratitud.
”Entrar a formar parte del Colegio Cardenalicio-dijo- nos inserta de
una forma particular en la historia y en la vida de la Iglesia de Roma
que -según la hermosa expresión de San Ignacio de Antioquia- preside en
la caridad. Estamos invitados, pues, a salir de nosotros mismos, de
nuestras costumbres y comodidades, para servir a la mision de esta
Iglesia, conscientes de que implica tener un horizonte más amplio”. En
el acto no pudo participar el cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez
que, a causa de su avanzada edad, no pudo desplazarse a Roma y recibirá
la birreta en Colombia.
En la homilía que pronunció ante los
nuevos cardenales, el Papa eligió como pauta el himno a la caridad de la
primera carta de San Pablo a los Corintios y recordó a los cardenales
que la caridad debe presidir siempre su ministerio.
”El cardenalato -dijo- ‘ciertamente es
una dignidad, pero no una distinción honorífica. Ya el mismo nombre de
”cardenal”, que remite a la palabra latina ”cardo – quicio”, nos lleva a
pensar, no en algo accesorio o decorativo, como una condecoración, sino
en un perno, un punto de apoyo y un eje esencial para la vida de la
comunidad. Sois ”quicios” y estáis incardinados en la Iglesia de Roma,
que ”preside toda la comunidad de la caridad” .
En la Iglesia, ”toda presidencia proviene
de la caridad, se desarrolla en la caridad y tiene como fin la caridad.
La Iglesia que está en Roma tiene también en esto un papel ejemplar: al
igual que ella preside en la caridad, toda Iglesia particular, en su
ámbito, está llamada a presidir en la caridad. Por eso creo que el
”himno a la caridad”, de la primera carta de san Pablo a los Corintios,
puede servir de pauta para esta celebración y para vuestro ministerio,
especialmente para los que desde este momento entran a formar parte del
Colegio Cardenalicio. Será bueno que todos, yo en primer lugar y
vosotros conmigo, nos dejemos guiar por las palabras inspiradas del
apóstol Pablo, en particular aquellas con las que describe las
características de la caridad. Que María nuestra Madre nos ayude en esta
escucha. Ella dio al mundo a Aquel que es ”el camino más excelente”:
Jesús, caridad encarnada; que nos ayude a acoger esta Palabra y a seguir
siempre este camino. Que nos ayude con su actitud humilde y tierna de
madre, porque la caridad, don de Dios, crece donde hay humildad y
ternura.
”En primer lugar -señaló el Santo Padre-
san Pablo nos dice que la caridad es ”magnánima” y ”benevolente”. Cuanto
más crece la responsabilidad en el servicio de la Iglesia, tanto más
hay que ensanchar el corazón, dilatarlo según la medida del Corazón de
Cristo. La magnanimidad es, en cierto sentido, sinónimo de catolicidad:
es saber amar sin límites, pero al mismo tiempo con fidelidad a las
situaciones particulares y con gestos concretos. Amar lo que es grande,
sin descuidar lo que es pequeño; amar las cosas pequeñas en el horizonte
de las grandes, porque ”non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo
divinum est”. Saber amar con gestos de bondad. La benevolencia es la
intención firme y constante de querer el bien, siempre y para todos,
incluso para los que no nos aman.
”A continuación, el apóstol dice que la
caridad ”no tiene envidia; no presume; no se engríe”. Esto es realmente
un milagro de la caridad, porque los seres humanos –todos, y en todas
las etapas de la vida– tendemos a la envidia y al orgullo a causa de
nuestra naturaleza herida por el pecado. Tampoco las dignidades
eclesiásticas están inmunes a esta tentación. Pero precisamente por eso,
queridos hermanos, puede resaltar todavía más en nosotros la fuerza
divina de la caridad, que transforma el corazón, de modo que ya no eres
tú el que vive, sino que Cristo vive en ti. Y Jesús es todo amor”.
”Además, la caridad ”no es mal educada ni
egoísta”. ”Estos dos rasgos -subrayó Francisco- revelan que quien vive
en la caridad está des-centrado de sí mismo. El que está auto-centrado
carece de respeto, y muchas veces ni siquiera lo advierte, porque el
”respeto” es la capacidad de tener en cuenta al otro, su dignidad, su
condición, sus necesidades. El que está auto-centrado busca
inevitablemente su propio interés, y cree que esto es normal, casi un
deber. Este ”interés” puede estar cubierto de nobles apariencias, pero
en el fondo se trata siempre de ”interés personal”. En cambio, la
caridad te des-centra y te pone en el verdadero centro, que es sólo
Cristo. Entonces sí, serás una persona respetuosa y preocupada por el
bien de los demás”.
”La caridad, dice Pablo, ”no se irrita; no lleva cuentas del mal”. Al pastor que vive en contacto con la gente no le faltan ocasiones para enojarse. Y tal vez entre nosotros, hermanos sacerdotes, que tenemos menos disculpa, el peligro de enojarnos sea mayor. También de esto es la caridad, y sólo ella, la que nos libra. Nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente, de decir y hacer cosas que no están bien; y sobre todo nos libra del peligro mortal de la ira acumulada, ”alimentada” dentro de ti, que te hace llevar cuentas del mal recibido. No. Esto no es aceptable en un hombre de Iglesia. Aunque es posible entender un enfado momentáneo que pasa rápido, no así el rencor. Que Dios nos proteja y libre de ello”.
”La caridad, dice Pablo, ”no se irrita; no lleva cuentas del mal”. Al pastor que vive en contacto con la gente no le faltan ocasiones para enojarse. Y tal vez entre nosotros, hermanos sacerdotes, que tenemos menos disculpa, el peligro de enojarnos sea mayor. También de esto es la caridad, y sólo ella, la que nos libra. Nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente, de decir y hacer cosas que no están bien; y sobre todo nos libra del peligro mortal de la ira acumulada, ”alimentada” dentro de ti, que te hace llevar cuentas del mal recibido. No. Esto no es aceptable en un hombre de Iglesia. Aunque es posible entender un enfado momentáneo que pasa rápido, no así el rencor. Que Dios nos proteja y libre de ello”.
”La caridad, añade el Apóstol, ”no se
alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad”. El que está
llamado al servicio de gobierno en la Iglesia debe tener un fuerte
sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia, ni
siquiera la que podría ser beneficiosa para él o para la Iglesia. Al
mismo tiempo, ”goza con la verdad”: ¡Qué hermosa es esta expresión! El
hombre de Dios es aquel que está fascinado por la verdad y la encuentra
plenamente en la Palabra y en la Carne de Jesucristo. Él es la fuente
inagotable de nuestra alegría. Que el Pueblo de Dios vea siempre en
nosotros la firme denuncia de la injusticia y el servicio alegre de la
verdad”.
Por último, la caridad ”disculpa sin
límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites”.
Aquí hay, en cuatro palabras, todo un programa de vida espiritual y
pastoral. El amor de Cristo, derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo, nos permite vivir así, ser así: personas capaces de
perdonar siempre; de dar siempre confianza, porque estamos llenos de fe
en Dios; capaces de infundir siempre esperanza, porque estamos llenos de
esperanza en Dios; personas que saben soportar con paciencia toda
situación y a todo hermano y hermana, en unión con Jesús, que llevó con
amor el peso de todos nuestros pecados”.
”Queridos hermanos,todo esto no viene de
nosotros, sino de Dios. Dios es amor y lleva a cabo todo esto si somos
dóciles a la acción de su Santo Espíritu -afirmó al final de la homilía-
Por tanto, así es como tenemos que ser: incardinados y dóciles. Cuanto
más incardinados estamos en la Iglesia que está en Roma, más dóciles
tenemos que ser al Espíritu, para que la caridad pueda dar forma y
sentido a todo lo que somos y hacemos. Incardinados en la Iglesia que
preside en la caridad, dóciles al Espíritu Santo que derrama en nuestros
corazones el amor de Dios.”
Terminada su alocución, el Papa ha
pronunciado la fórmula de creación de los nuevos cardenales, sus nombres
y el orden diaconal o presbiteral al que han sido asignados. Los nuevos
cardenales han recitado el Credo y el juramento de fidelidad y
obediencia al Papa y a sus sucesores. Seguidamente, han recibido la
birreta cardenalicia y el anillo de manos del Papa, que les ha asignado
también el título o la diaconía.
Al final del rito el cardenal Angelo
Amato S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos,
se dirigió al Santo Padre para solicitar la inscripción en el Libro de
los Santos de tres beatas. La primera, Jeanne-Emilie de Villeneuve
nacida en Francia en 1811, Fundadora de la Congregación de las Hermanas
de la Inmaculada Concepción de Castres para la educación de las niñas y
muchachas pobres, para los enfermos y las misiones en tierras lejanas.
Falleció en 1854 y fue beatificada por Benedicto XVI en 2009. La
segunda, Marie-Alphonsine Danil Ghattas ( en el siglo Maryam Sultanah),
nacida en Jerusalén en 1843 que desarrolló un intenso apostolado en
favor de las jóvenes y las madres cristianas, y fundadora de la
Congregación de las Hermanas del Santísimo Rosario de Jerusalén.Falleció
en 1927 y fue beatificada por Benedicto XVI en 2009. Por último María
de Jesús Crucificado (en el siglo Maryam Baouardy),nacida en Abellín,
cerca de Nazareth en 1846, religiosa profesa de la Orden de las
Carmelitas Descalzas, fue enviada para la fundación de los nuevos
Carmelos a la India y más tarde a Belén donde murió en 1878. Fue
beatificada por Juan Pablo II en 1983.
En el curso del Consistorio, el Papa
decretó que las tres, junto con la beata Maria Cristina de la Inmaculada
Concepción (en el siglo Adelaide Brando), italiana (1856-1906)
Fundadora de la Congregación de las Hermanas Víctimas Expiadoras de
Jesús Sacramentado, cuya canonización se decidió en el consistorio del
20 de octubre de 2014, sean canonizadas el domingo, 17 de mayo de 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario