Una fría tarde de invierno en Sabadell, cerca de Barcelona caminaban
dos muchachones, casi
hombres realizando un “contacto”
cuando reciben la voz de alto de una patrulla falangista que acertó a
pasar, ambos corren tomando diferentes
rumbos, Antonio, corre dobla la esquina
luego la otra y salta un paredón, cae
sin saberlo a los fondos de un convento de monjas domínicas. Una viejecita daba de comer a las
gallinas, sorprendida por el visitante, comprende la situación y rápidamente.......
le
esconde en el gallinero. A los pocos
minutos los soldados golpean la puerta del convento, revisando las casas que
comprendían las manzanas donde los prófugos se les habían escabullido, se les franquea el paso, la madre superiora
sin saber nada colabora en algo que desconoce pero que asegura ahí no hay
nadie, solo ella unas hermanas de congregación y algunas novicias. Uno de los
soldados llega al fondo del caserón allí una monjita, viejecita daba de
comer a a las gallinas, sin mediar palabra entra a revisar, de golpe un
atropello de plumas y picotazos repele al a soldado, el gallo rey del gallinero defendiendo su espacio, el
soldado retrocede, la viejecita le
habla en catalán al gallo, al mismo tiempo con su pollerón lo
hace retroceder, el soldado atónito y
sorprendido pregunta que le dijo ¡? No entendía
catalán;! la pícara, responde le dije “ es un amigo déjalo
tranquilo!” cuando el soldado se da vuelta y se va, la monja vuelve a hablar en catalán, pero esta
vez a su protegido “quede tranquilo que
ya se van”…….ya le traigo un café caliente y algo para comer……… esto sucedió en Barcelona..
Antonio, Lucía su mujer e
hijo deben dejar España como tantos españoles en busca
de un lugar donde poder reiniciar sus vidas,
llegan a Uruguay nueva cuna para
muchos republicanos que desde aquí seguirán por años soñando con una España
libre de Franco. Otro camarada de
lucha llegado antes, casualmente llamado Antonio, le da cabida en su taller , unos años después, ingreso a esa misma empresa. Con el tiempo vamos entablando una relación de
amistad, él anarquista, anticlerical, pero con una astilla metida en su piel
con el recuerdo imborrable de aquella monjita cristiana que le salvó la vida.
Uruguay comenzaba a vivir
momentos difíciles, los cañeros de Artigas, llegaban una y otra vez en sus
larguísimas caminatas hasta la Capital, la empresa Silva y Rosas se hizo conocida por su explotación a los
“peludos” que nacían, vivían y morían en “aripucas”. En la
última llegada a Montevideo, las
autoridades, prohibieron la instalación de carpas donde acampaban los cañeros
en el Cerro, ante esta situación la
congregación que regenteaba la Parroquia de
Fátima,(Cerro) les da cabida en su casa. Nuestra incipiente comunidad recoleta ropas; la parroquia (parr. Atilano Alaiz) nos
da alimentos, (los 12 San Pancracio ya
comenzaba a cambiar velas, por alimentos no perecederos) En
conversaciones con el compañero catalán, le comento lo que íbamos hacer
el próximo fin de semana con los amigos de la comunidad cristiana. Luego de un silencio, me dice, sabes como pienso en ciertas cosas, pero también tengo un compromiso de por vida con
aquella monja. Yo quiero colaborar, si
me dejas quisiera acompañarlos y más aún
ves este camperón de cuero
negro, tiene esta historia….”estábamos
con un compañero en una trinchera
manipulando una linterna de acetileno, cuando a unos metros cae una granada
haciendo estallar todo, queda muy herido,
le saco de la trinchera, nos escondemos en un bosque cercano a las pocas
horas balbuceando, me pide le saque el camperón, me lo ponga, que el muere y quiere que quede
en manos de un luchador…ahora he
pensado se lo voy pasar a otro luchador,
a este hombre que conduce a los cañeros a
Sendic.
Es un recuerdo muy personal,
pero ayer tarde al escuchar el relato de los hermanos que hoy siguen poniendo
huellas en el mismo lugar en el que tantos y tantos las han dejado marcadas
quise compartirla, no lo hice en el momento porque me pareció
inoportuno, hoy es una anécdota, una
huella mas.
Ceb.SanFelipeySantiago
Eduardo-Cristina
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