Es imposible no reconocer la monumental
tarea que el Papa Francisco está llevando a cabo a favor de la paz del mundo.
Coherente con la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium y con la Encíclica
Laudato Sí, pone en obra lo que predica con la palabra.
Más significativo aún resulta su empeño por
cuanto Cuba y EEUU representan dos modelos de sociedad que, de continuar
enfrentados, profundizarían la grieta que los separa, con grave riesgo para
toda la humanidad. Es por ello que la actitud de Francisco se transforma en un
mensaje de esperanza para todos los pueblos del planeta.
En lo personal, considero que los
religiosos y sacerdotes que dieron su testimonio en el canal TV2000 de Italia
no reflejaron cabalmente ese mensaje, al decir que “En Cuba la Iglesia no puede
realizar acciones caritativas públicas como tener hospitales o comedores”.
Precisamente el llamado de Francisco a las naciones pone el acento en “el
derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común” (EG
56).
Muy probablemente, el nivel sanitario y
alimentario del pueblo cubano, del que dan cuenta hasta sus opositores, no haga
necesario que la iglesia se ocupe de regentear hospitales y comedores. No
porque no “pueda”, como dicen los religiosos, sino porque la situación no lo
exige.
Sí, en cambio, parece loable el papel de las
“casas de misión”, que aparentemente cumplen un rol similar al de nuestras
“iglesias de las casas” o “comunidades eclesiales de base”. Como bien señala el
autor del artículo, son “pequeños signos de la presencia de Dios”, que hablan
de la profunda fe
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