Ya era tiempo de que en
la Iglesia se mencionara el lugar de la mujer en la sociedad y aun en la propia
iglesia. En pleno siglo XXI todavía existe una
opresión invisibilizada hasta por las propias mujeres que, en muchos casos,
naturalizan el lugar de sometimiento al que son relegadas. A menudo son ellas, en tanto educadoras
de la prole, quienes reproducen ese orden social que vienen padeciendo desde
hace siglos.
Quiera Dios que las voces que se escuchan
reclamando sus derechos, sigan expandiendo la conciencia de hombres y de
mujeres, que han sido puestos en este mundo para colaborar en pie de igualdad y
hacer realidad el Reino.
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