Domingo
11 DEJARSE QUERER POR DIOS.
….EL RELATO
SE CENTRA EN TRES PERSONAJES, SIMÓN
EL FARISEO, LA PROSTITUTA y JESÚS.
Simón encarna la espiritualidad de los escribas
y fariseos, autosuficiente, confiada en los propios méritos; los ejecutores serviles de la ley creen que
con sus observancias convierten al mismísimo Dios en acreedor. Le confunden con un empresario.
Esa frialdad funcionaria se manifiesta en la falta de atenciones de
Simón con el huésped Jesús, para con el cual no ha tenido la mas mínima
hospitalidad.
Por otra parte, está la prostituta, un
desastre de mujer, que se ha metido en todos los fangos.
Como
decimos vulgarmente es una mujer con “calle”,
conoce el talante de Jesús, sin duda le
ha visto en algunas aglomeraciones ; ha
quedado cautivada por sus iojos limpios y el cálido tono de voz. Se ha dicho
“el comprende y acoge a personas
como yo; no nos desprecia como
los santos del pueblo” Por eso decide ir personalmente a verle. No le importa lo que dirán irrumpe en
escena en medio de los “puritanos”, provocando la impureza legal, pero no le
importa; está necesitada de una palabra de acogida y perdón del profeta
Jesús. Ella quiere regenerar su
vida.
A Jesús tampoco le importa caer en impureza lega por dejarse tocar por
una mujer impura. Simón
cree que Jesús acepta el homenaje porque no sabe de quién se trata, por
lo tanto bien poco tiene de profeta. Por
el contrario Jesús consiente porque sabe que es pecadora, y él no ha venido a salvar justos sino
pecadores”
La defensa plena de respeto y por eso
liberadora que Jesús hace de la pecadora y arrepentida ante el fariseo Simón,
dice mas sobre la identidad de Jesús que todas las hermosas parábolas sobre la
misericordia que se encuentran en el mismo Lucas.
Según Jesús, el movimiento de acercamiento
parte de Dios, que sale al encuentro del pecador para pedirle el retorno y
testimoniarle que, se arrepienta o
no, Él sigue amándole
entrañablemente. Así aman los padres al
hijo que se va de casa, que les ha
jugado una mala pasada, que comportan
bellacamente con ellos y con sus hermanos. Es precisamente en el perdón donde se
revela el amor de los padres, amar al
hijo adorable, intachable, cariñoso, agradecido, no supone demasiada grandeza
de corazón, éste se manifiesta ante todo en el hijo mezquino, desgraciado.
Varias cosas deja claras Jesús. El perdón viene de Dios gratuitamente,
de su amor misericordioso que se adelanta. Es ese amor de Jesús, ese amarle “porque si” , lo que trastorna a Zaqueo, el Rabí de Nazaret, sin
que él haya hecho nada para ganarse la mistad, le honre con hospedarse en su
casa, a pesar de jugarse su reputación, esto es lo que les deshila totalmente
el corazón y le convierte apasionadamente a Jesús.
Dios nos ama a todos antes de que nos arrepiéntamos.
Lo que ocurre a veces es que no
somos capaces de recibir el perdón, si no nos arrepentimos. Dios no nos ama ”porque”
somos buenos; Dios
nos ama” para que” seamos buenos .
Aquí el riesgo de nosotros cristianos
cumplidores y de vida socialmente honrada y ordenada, veamos:
contrapuesto a la mujer pecadora, Simón, (cualquiera de
nosotros) no se siente demasiado entusiasmado ni por Dios ni por Jesús. Y ello porque cree que Dios, propiamente no
tiene nada que perdonarle y , en todo
caso, agradecerle. Tiene el
virus del orgullo, de la clase farisea.
ES (somos) correctos; cumple (cumplimos) minuciosamente con las prescripciones de la Ley. ¿Qúe mas puede pedirle Dios? Simón intachable autosuficiente y frío, es el símbolo de la
persona correcta , cumplidora, pero
apagada, del cristiano que ama poco,
porque se le ha perdonado poco (cree que se le perdona poco) Los obispos vascos afirman “la fidelidad a la ley, cuando se vive con autosuficiencia y sin
amor, se convierte en coraza que impide la conversión" .
Muchos
decentes, pero mediocres necesitamos un tropezón, caer de bruces en un charco
del camino para conocer de una vez para siempre nuestra fragilidad, para
comprender a los demás y saber todo el amor
que hay en el perdón de Dios..
Simón, la mujer, Jesús, tres personajes un
relato; de todo esto algo nos puede ocurrir con
respecto al Señor y a los hermanos. No hemos armado ningún escándalo, no hemos
cometido nada grave contra Dios ni contra los demás, pero con todo, hemos
cometido un pecado muy grave: “el pecado de no amar”, el pecado
de la frialdad, de la indiferencia, de la tibieza. Esto es lo que echa en
cara Jesús a su anfitrión: no ha tenido ninguna delicadeza con él ; le
ha hecho un recibimiento cortés, pero frío, en contraposición al encuentro
cálido de la mujer pecadora.
Muchos viven casi
sin pecado. Pero su existencia parece vulgar, fría, sin luz, les
falta amor de Dios, Son como hogares
(estufas-fogones) muy bien construidos,
pero sin leños encendidos. Que
poco sirve mucha corrección si hay poco amor.
(Comentario en versión libre, sintetizada, autorizada,
del libro de Atilano Alaíz
El Don
de la Palabra Ciclo C
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