martes, 1 de noviembre de 2016

Dgo 32° Tpo.Ord. (Lc. 20.27-38). Comentario libre autorizado por el autor.-



“TENGO LA CERTEZA DE LA RESURRECIÓN Y LA VIDA…”
   Tomando este tema no podemos en nuestra  Ceb. SanFelipeySantiago   olvidar  a   nuestro querido  Antonio Ramirez,  Antoñito ¡!    No podemos olvidar su  convicción ,  su certeza ,  su entusiasmo  contagioso al referirse  al paso de una vida a otra,  su alegría por reencontrarse con sus padres a los que siempre veneró .-     Este  testimonio bastaría  como  reflexión a la Palabra de éste domingo.     
   Cuanto más alegre la vida menos temerosa será la muerte,  sí así son las alegrías de este mundo, que no son más que aperitivos del otro.  Las grandes alegrías de la familia unida, de la comunidad, de la cálida amistad, de la convivencia agradable nos ayudan a lo que ha de ser la bienaventuranza eterna.
   La esperanza, la certeza de lo que vendrá hace más llevaderos  los trabajos, los tropiezos inevitables de la vida, las caídas de salud, algún desencuentro en nuestra labor terrena,  recordemos a santa Teresa:  “esta vida no es más que una mala noche en una mala posada”….
Esta esperanza es la que,  de hecho, hace afrontar la muerte con valentía y hasta con alegría, con ansia, como se ha puesto de manifiesto en el martirio de los Macabeos .
 Al llegar a la Casa del Padre, nos despojaremos de todo lo que nos sirvió para andar el camino, las herramientas que tuvimos para mejorar en algo el entorno por el que transitamos.  Dejaremos atrás el tiempo que se nos concedió para aprender a amar.   Porque el cielo consistió en amar, el cielo  lo construimos en la tierra.     Se trata por lo tanto aprovechar las prórrogas que se nos regalan, construyendo  una convivencia amable,  fraterna,  de justicia, de acogida  y acompañamiento de los que necesitan un apoyo.   La  esperanza de la vida futura no nos excusa de preocuparnos de mejorar ésta, sino que nos compromete más y más.
  Lo que ha de constituir la dicha y bienaventuranza en el más allá, lo ha de constituir en el más acá.    Por eso hay que empezar ya la fiesta de la amistad, hay que empezar a saborear la dicha de la solidaridad,  de la familia  unida,  del compartir, del acompañar,  del acoger, Jesús de Nazaret quiere que convirtamos la tierra en un cielo, en el tiempo de los aperitivos del gran Banquete.    Por  lo tanto, no olvidemos de que estamos en vísperas de la Gran Fiesta y que la víspera de fiesta ya tiene mucho de fiesta.     Convengamos pues,  la víspera de fiesta en  Paz .-
Comentario  de   “El  Don de la Palabra” de Atilano Alaiz, en versión libre autorizada  por  el autor,  realizada  por Eduardo Bernadá.-                                      

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