Trump, la locura en el poder y el
poder de la locura
La
Jornada 31-01-2017 (Víctor M. Toledo)
Trump contra los Mexicanos. Trump
contra los Europeos (y especialmente contra la canciller Alemana y contra la
OTAN) y contra los musulmanes (especialmente los de Irak, Irán, Libia, Somalia,
Sudán, Siria y Yemen). Trump contra los palestinos y contra los negros
(recuérdese que cuestionó por meses la nacionalidad de Obama). Trump en favor
de la tortura (véase su entrevista para ABC). Trump contra los inmigrantes y
los refugiados. Trump contra las mujeres (y notablemente contra
las más libres, valientes e inteligentes, como la actriz MerylStreep o la
cantante Madonna). Trump contra la prensa y los periodistas (a quienes
considera los seres más deshonestos del mundo). Trump, contra la ciencia y
contra humanidad futura porque declara que los impactos de la civilización
industrial sobre el equilibrio ecológico del planeta son falsos, y el
calentamiento global una ficción. ¡Trump contra el mundo!
¿Quién puede
garantizar que estamos ante un individuo mentalmente sano?
A sólo 10 días de haberse
convertido en presidente del imperio más poderoso de la historia (en lo
económico, lo tecnológico y lo militar), Donald Trump se sigue comportando como
candidato; es decir, es incapaz de matizar su cambio de posición, y arremete
contra todo y contra todos los que se oponen a sus decisiones o a sus
creencias. A la afirmación de Paul Krugman, premio Nobel de Economía, de que el
nuevo presidente y su equipo no son sino niños mimados jugando con armas
cargadas, ha seguido la declaración y diagnóstico del siquiatra John D.
Gartner, reconocido profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns
Hopkins. El profesor Gartner, rompiendo un principio del código de ética
establecido por la Asociación Estadunidense de Siquiatría, decidió hacer
pública su opinión acerca del estado mental de Trump. Según él, el presidente
45 de Estados Unidos “…está peligrosamente enfermo mentalmente y es
temperamentalmente incapaz de funcionar como presidente”, porque presenta
síntomas de comportamiento antisocial, agresividad, paranoia, grandiosidad,
manipulación, egocentrismo y especialmente de narcisismo maligno. Esta última
enfermedad, descubierta por el siquiatra Otto Kernberg en 1984, se caracteriza
por un deseo patológico de grandiosidad y búsqueda del poder, gozo sádico y una
ausencia de conciencia.
Estupefacto, el mundo se pregunta
una y otra vez cómo es que Trump ha logrado escalar hasta el puesto más alto,
cómo logró saltar todos los mecanismos de seguridad, de un sistema democrático
que se supone estaría exento de disrupciones y anomalías. La misma pregunta
puede hacerse en torno a otros dirigentes actuales y pasados. Los sicópatas explícitos
o implícitos que han llegado al poder parecen cada vez más frecuentes. Ahí
están Berlusconi (Italia), Kim Jong-un (Corea del Norte), Abdalá Bucaram
(Ecuador), y tantos dictadores y presidentes africanos o asiáticos.
México no se queda atrás: todo mundo supo de la
dependencia de Vicente Fox por los barbitúricos y de Felipe Calderón por el
alcohol. Las mayores tragedias de la humanidad se han provocado por la toma del
poder por la locura. La lista es larga a través de la historia.
Pero, en realidad, el examen siquiátrico no
habría que hacerlo a Trump (o solo a él), sino a los 61 millones de
estadunidenses que lo favorecieron con su voto. La locura no sólo está en un
individuo, sino en todos aquellos ciudadanos incapaces de detectar lo sano de
lo patológico, de distinguir los valores y de tomar decisiones colectivas
congruentes. Como ha sucedido a lo largo de la historia humana, se trata de
poner en la balanza el egoísmo (individual, familiar, grupal) de una parte y el
altruismo y la solidaridad por lo colectivo de la otra. Al menos la mitad de
una sociedad que se considera la más desarrollada, avanzada o civilizada, optó
por lo primero. El fenómeno Trump ha propiciado que el escenario se derrumbe.
Estados Unidos, la cumbre del mundo libre, capitalista, individualista y
triunfador, ha mostrado su verdadera cara. La bonanza material, el consumismo,
la tecnología y el confort, que deberían gestar una sociedad madura en cuanto a
su propia gobernanza, ha dado lugar a una turbulencia cuyas consecuencias nadie
puede prever. Mientras, el poder de la locura puede llegar tan lejos como se lo
deje(mos). Mientras, los códigos nucleares que pueden activar instantáneamente
50 misiles y en menos de una hora extinguir millones de vidas, estarán al
alcance de las manos de una mente insana.
El sistema de comando y control nucleares pone
extrema presión sobre cientos de operadores militares, pero una demanda total
sobre el presidente de Estados Unidos. Y en medio de una crisis ese sistema
puede generar información incierta, confusión y aún errores o fallas, según lo
advierte Bruce G. Blair, profesor sobre temas de seguridad de la Universidad de
Princeton y fundador de Global Zero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario