LA
INTIMIDAD DE DIOS
Si por un imposible la
Iglesia dijera un día que Dios no es Trinidad, ¿cambiaría en algo la existencia
de muchos creyentes? Probablemente no. Por eso queda uno sorprendido ante esta
confesión del P. Varillon: «Pienso que, si Dios no fuera Trinidad, yo sería
probablemente ateo […] En cualquier caso, si Dios no es Trinidad, yo no
comprendo ya absolutamente nada».
La
inmensa mayoría de los cristianos no sabe que al adorar a Dios como Trinidad
estamos confesando que Dios, en su intimidad más profunda, es solo amor,
acogida, ternura. Esta es quizá la conversión que más necesitan no pocos
cristianos: el paso progresivo de un Dios considerado como Poder a un Dios
adorado gozosamente como Amor.
Dios no
es un ser «omnipotente y sempiterno» cualquiera. Un ser poderoso puede ser un
déspota, un tirano destructor, un dictador arbitrario: una amenaza para nuestra
pequeña y débil libertad. ¿Podríamos confiar en un Dios del que solo supiéramos
que es omnipotente? Es muy difícil abandonarse a alguien infinitamente
poderoso. Parece más fácil desconfiar, ser cautos y salvaguardar nuestra
independencia.
Pero
Dios es Trinidad, es un misterio de Amor. Y su omnipotencia es la omnipotencia
de quien solo es amor, ternura insondable e infinita. Es el amor de Dios el que
es omnipotente. Dios no lo puede todo. Dios no puede sino lo que puede el amor
infinito. Y siempre que lo olvidamos y nos salimos de la esfera del amor nos
fabricamos un Dios falso, una especie de ídolo extraño que no existe.
Cuando
no hemos descubierto todavía que Dios es solo Amor, fácilmente nos relacionamos
con él desde el interés o el miedo. Un interés que nos mueve a utilizar su
omnipotencia para nuestro provecho. O un miedo que nos lleva a buscar toda
clase de medios para defendernos de su poder amenazador. Pero esta religión
hecha de interés y de miedos está más cerca de la magia que de la verdadera fe
cristiana.
Solo
cuando uno intuye desde la fe que Dios es solo Amor y descubre fascinado que no
puede ser otra cosa sino Amor presente y palpitante en lo más hondo de nuestra
vida, comienza a crecer libre en nuestro corazón la confianza en un Dios
Trinidad del que lo único que sabemos por Jesús es que no puede sino amarnos.
José Antonio Pagola
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