.UNA IGLESIA DESPIERTA !!!!!
Jesús está en
Jerusalén, sentado en el monte de los Olivos, mirando hacia el Templo y
conversando confidencialmente con cuatro discípulos: Pedro, Santiago, Juan y
Andrés. Los ve preocupados por saber cuándo llegará el final de los tiempos. A
él, por el contrario, le preocupa cómo vivirán sus seguidores cuando ya no lo
tengan entre ellos.
Por eso, una vez más,
les descubre su inquietud: «Mirad, vivid despiertos». Después,
dejando de lado el lenguaje terrorífico de los visionarios apocalípticos, les
cuenta una pequeña parábola que ha pasado casi inadvertida entre los
cristianos.
«Un señor se fue de viaje y dejó su casa». Pero, antes de ausentarse, «confió a cada uno
de sus criados su tarea». Al despedirse solo les insistió en una
cosa: «Vigilad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa».
Que, cuando venga, no os encuentre dormidos.
El relato sugiere que
los seguidores de Jesús formarán una familia. La Iglesia será «la casa de
Jesús» que sustituirá a «la casa de Israel». En ella, todos son servidores. No
hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús, el
Cristo. No lo han de olvidar jamás.
En la casa de Jesús
nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se ha de sentir excluido, sin
responsabilidad alguna. Todos somos necesarios. Todos tenemos alguna misión
confiada por él. Todos estamos llamados a contribuir a la gran tarea de vivir
como Jesús. Él vivió siempre dedicado a servir al reino de Dios.
Los años irán
pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de Jesús entre los suyos? ¿Seguirán
recordando su estilo servicial a los más necesitados y desvalidos? ¿Le seguirán
por el camino abierto por él? Su gran preocupación es que su Iglesia se duerma.
Por eso les insiste hasta tres veces: «Vivid despiertos». No es una
recomendación a los cuatro discípulos que le están escuchando, sino un mandato
a los creyentes de todos los tiempos: «Lo que os digo a vosotros os lo
digo a todos: velad».
El rasgo más generalizado de los cristianos que no han
abandonado la Iglesia es seguramente la pasividad. Durante siglos hemos educado
a los fieles para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús, solo una
minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial.
Ha llegado el momento de reaccionar. No podemos seguir
aumentando aún más la distancia entre «los que mandan» y «los que obedecen». Es
pecado promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos
quería ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y
responsabilidad en su proyecto del reino de Dios.
José Antonio Pagola
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