HACE TANTA FALTA LA
LLUVIA...
Al menos una
llovizna
que descienda
leve, persistente,
o un orvallo que
vaya calando
hasta empapar de
vida
y de luz la
mirada
que traspasa el
vaho en la ventana.
Necesitamos una
tormenta infinita
que desprenda
tanta escara a
flor de piel,
tanta polución
inhalada,
tanto ardor
apagado.
Es apremiante
una gran precipitación,
que arrastre por
las alcantarillas subterráneas
tanta infamia
inoculada en las imágenes,
tanta violencia
que circula por las venas,
tanto anhelo
despreciado, insatisfecho.
Porque escasea
la lluvia en la ciudad,
para que broten
flores en el asfalto,
para calmar
tanta sed insaciable,
para ahuyentar
la soledad y el vacío
con la húmeda
tempestad de los besos.
¡Hace tanta
falta
que la lluvia
desagüe por los canalones
el desamparo y
haga germinar
el verde tallo del
embeleso…!
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