Bienaventuranzas del Sábado Santo
Felices quienes no
aspiran a ver, ni a creer, sino que acompañan, humildemente, con mucho amor.
Felices quienes
llevan ungüentos, aromas, vendas y esperanzas a quienes esperan en sus tumbas
diarias una nueva vida.
Felices quienes se
asombran ante la luz, de un momento feliz, frente a un cielo azul.
Felices quienes no
reconocen al Crucificado, pues se les mostrará diferente, alegre y Resucitado.
Felices quienes se
sienten llamados a subir a Galilea, al mundo de los que son silenciados en
vida.
Felices quienes
avivan su esperanza tocando las llagas del Resucitado, aunque antes hayan experimentado
el silencio, la incredulidad, la noche oscura de la confianza y la fe.
Felices quienes
ahuyentan las tinieblas, quienes se apresuran para que surja la aurora, quienes
salen de noche y llegan a la madurez del día.
Felices quienes
contemplan el mar, las montañas, el cielo y se encaminan, a la vez, a la
construcción feliz, humilde, gozosa del Reino.
Bienaventuranzas del Domingo de Resurrección
Felices quienes
preguntan dónde, cuándo, en dónde: ellos y ellas encontrarán al final la
respuesta que anhelan.
Felices quienes
buscando dónde está Dios, encuentran a una mujer maltratada, un enfermo, un
marginado…
Felices quienes se
lanzan a pregonar que han visto una luz, una esperanza, alguien que ha
resucitado a una vida nueva.
Felices quienes
corren a los sepulcros del mundo, quienes encuentran las vendas caídas, quienes
dudan pero siguen confiando.
Felices quienes
entienden las reivindicaciones de las mujeres, quienes saben que tienen que
cambiar los esquemas mentales patriarcales y machistas.
Felices quienes
creen a María, a Pedro, a Juan: cada uno de ellos/as despiertan y nos abren a
una existencia renovada.
Felices quienes
sienten el domingo de Resurrección como un día feliz, único, especial, inicial,
para compartir con la comunidad, para acercarse a los demás.
Felices quienes se asombran, quienes descubren
que con la resurrección de Jesús ha llegado el día, su día único y definitivo.
Bienaventuranzas de la Resurrección
Felices quienes
mueren cada día al pecado del egoísmo y renacen a una vida nueva. Quienes están
persuadidos que el odio, la guerra, la maldad y la sinrazón jamás podrán vencer
a las fuerzas de la vida.
Felices quienes
saben descubrir entre las realidades de muerte del mundo de hoy, signos de vida
y esperanza.
Felices quienes alcanzan
la convicción, desde su compromiso vital, de que tras las derrotas cotidianas,
está latiendo la victoria de la vida.
Felices quienes
riegan gotas de vida, quienes siembran semillas de vida, quienes alientan
deseos de una vida en plenitud.
Felices quienes han
logrado percibir, detrás de la muerte de millones de inocentes el dolor, la
rebeldía, la audacia, la llamada a una entrega absoluta por la vida.
Felices quienes han
transformado su existencia por los testimonios de los que han derramado su sangre
por la vida de otros seres humanos.
Felices quienes
creen en el Dios de la vida. Y quienes creen en una nueva humanidad que pueda
ser feliz y disfrutar de la vida. Unos y otros, juntos, lograrán que triunfe la
pasión por la vida, otra tierra más llena de vida.
Felices quienes
descubren paso a paso en su vida que la última palabra no la tiene la muerte
sino la resurrección.
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