Domingo
10 Tiempo ordinario – B (Marcos 3,20-35).
¿QUÉ ES MÁS SANO?
La cultura moderna exalta el valor de la salud
física y mental, y dedica toda clase de esfuerzos para prevenir y combatir las
enfermedades. Pero, al mismo tiempo, estamos construyendo entre todos una
sociedad donde no es fácil vivir de modo sano.
Nunca ha estado la vida tan amenazada por el
desequilibrio ecológico, la contaminación, el estrés o la depresión.
Por otra
parte, venimos fomentando un estilo de vida donde la falta de sentido, la
carencia de valores, un cierto tipo de consumismo, la trivialización del sexo,
la incomunicación y tantas otras frustraciones impiden a las personas crecer de
manera sana.
Ya S. Freud, en su
obra El malestar en la
cultura, consideró la posibilidad de que una
sociedad esté enferma en su conjunto y pueda padecer neurosis colectivas de las
que tal vez pocos individuos sean conscientes. Puede incluso suceder que dentro
de una sociedad enferma se considere precisamente enfermos a aquellos que están
más sanos.
Algo de esto sucede con
Jesús, de quien sus familiares piensan que «no está en sus cabales», mientras los letrados
venidos de Jerusalén consideran que «tiene dentro a Belzebú».
En cualquier caso, hemos de afirmar que una
sociedad es sana en la medida en que favorece el desarrollo sano de las
personas. Cuando, por el contrario, las conduce a su vaciamiento interior, la
fragmentación, la cosificación o disolución como seres humanos, hemos de decir
que esa sociedad es, al menos en parte, patógena.
Por eso hemos de ser lo suficientemente lúcidos
como para preguntarnos si no estamos cayendo en neurosis colectivas y conductas
poco sanas sin apenas ser conscientes de ello.
¿Qué es más sano, dejarnos arrastrar por una
vida de confort, comodidad y exceso que aletarga el espíritu y disminuye la
creatividad de las personas o vivir de modo sobrio y moderado, sin caer en «la
patología de la abundancia»?
¿Qué es más sano, seguir funcionando como
«objetos» que giran por la vida sin sentido, reduciéndola a un «sistema de
deseos y satisfacciones», o construir la existencia día a día dándole un sentido
último desde la fe? No olvidemos que Carl G. Jung se atrevió a considerar la
neurosis como «el sufrimiento del alma que no ha encontrado su sentido».
¿Qué es más sano, llenar la vida de cosas,
productos de moda, vestidos, bebidas, revistas y televisión o cuidar las
necesidades más hondas y entrañables del ser humano en la relación de la
pareja, en el hogar y en la convivencia social?
¿Qué es más sano, reprimir la dimensión
religiosa vaciando de trascendencia nuestra vida o vivir desde una actitud de
confianza en ese Dios «amigo de la vida» que solo quiere y busca la plenitud
del ser humano?
José Antonio Pagola
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