Respecto
a las noticias de Argentina que se publicaron esta semana en el blog, a mi
criterio se ajustan bastante a la realidad. La renovación de autoridades en la
cúpula eclesial renovó un poco el aire, aunque no me atrevo a decir que se haya
producido un cambio radical. “En la pista se ven los pingos” y hasta ahora hubo
apenas alguna tibia crítica a las políticas de ajuste que recaen sobre los
pobres. Y si bien tal afirmación es casi una perogrullada, al menos se
hace explícito lo que hasta ahora se callaba.
Más
sorprendente resultó la defensa de una medida gremial como el paro general, lo
que despertó evidente malestar en el gobierno. En ese sentido es fácil
reconocer que tales declaraciones están en consonancia con recientes
manifestaciones de Francisco en torno a los problemas que se viven en América
Latina y que requieren urgente solución.
Sin
embargo, tales expresiones de disenso no fueron las únicas. Ya en el Te Deum
del 25 de mayo la homilía fue muy explícita señalando a los ricos que no
escuchan el clamor de los pobres. Un tiro por elevación a las autoridades allí
presentes.
Respecto
al tema del aborto no estoy en condiciones de afirmar cuál fue la razón por la
que este gobierno abrió el juego sobre un asunto tan delicado. En lo personal
no creo que haya sido una reacción por el enfrentamiento larvado que existe con
Francisco, como algunos opinan. Tampoco creo que el presidente haya presionado
directamente para que se lograra la media sanción de la ley de despenalización.
De hecho, las opiniones estuvieron divididas dentro del oficialismo y de
la oposición, y el resultado se dio estrictamente dentro de las reglas
democráticas, por más que existieran grupos de presión dentro y fuera del
Congreso. Pero cualesquiera hayan sido los motivos por los que este tema salió
a la luz, lo concreto es que se dio un interesantísimo debate en la sociedad
toda. Lo que resulta incierto, por el momento, es el curso que tomarán las
cosas en el Senado. Las aguas están divididas, y justo es reconocer que, a
pesar de los aires de renovación, la Iglesia se mantiene irreductible en ese
terreno y su palabra tiene peso.
En
lo personal desearía que el conflicto se resolviera estrictamente en términos
de la sociedad civil, sin interferencias de culto alguno. Hay quienes opinan
que si la ley sale, será el primer paso hacia la separación de la Iglesia del
Estado.
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