El prestigioso teólogo español José Ignacio González Faus escribió una carta pública a los 29 milmillonarios españoles y a unos setenta más que solo pasan de los cien millones, con estas palabras: “El objetivo de estas líneas es recordar algunos datos y presentarles una petición tan seria como elemental. Ustedes mejor que nadie pueden calcular los problemas económicos que va a crear esta peste…
La dinámica de nuestro sistema es que estas crisis las pagan siempre los más débiles; ellos están acostumbrados a la austeridad, una palabra que los demás casi desconocemos. Ante esta realidad, mi modesta opinión es que todos ustedes deberían imponerse voluntariamente una especie de impuesto sobre patrimonio y ganancias, que debería oscilar en torno al 90%. Esta cifra suena exagerada, pero es aún más exagerada la fortuna de ustedes. Es fácil calcular que si a una fortuna de mil millones le quitan el 90%, se quedan con cien millones que es una cantidad no despreciable. Los cienmillonarios podrían dar el 70% y seguirían siendo millonarios. En un sistema justo estas son medidas que debería poder imponer cualquier gobierno. Por el contrario ahora se reclama por bajar los impuestos y así, se dice, invertir más aunque todos sabemos que lo que haría la gran mayoría no sería invertir sino especular más. Aunque les costara tomar la decisión que les propongo, este gesto no sería un acto de caridad o solidaridad como ustedes dicen, sino simple justicia. Al menos, si alguno de ustedes es todavía cristiano, eso es lo que predicaron durante siglos los padres de la Iglesia y para situaciones mucho menos normales que la de esta pandemia, que destroza a los pobres. Con este gesto no tendrían que presumir de nada, sino tan solo sentirse en paz con ustedes mismos y sus conciencias. La más elemental ética enseña que el derecho de propiedad nunca es un derecho absoluto y debe extenderse a todos para que todos tengan una vida digna y sobria. El dinero es como el agua. Esta es indispensable, pero dentro de algunos límites; es inicuo almacenar tanta agua, cuando a muchos les falta totalmente. Ustedes dicen que su fortuna es fruto de su propio trabajo. Pero el “rico epulón” del evangelio fue condenado por haber ignorado al pobre que tenía al lado (no se dice si su fortuna había sido ganada honestamente o no). Zaqueo en el encuentro con Cristo da la mitad de su fortuna a los pobres y devuelve el cuádruplo a todos los que había robado. Aún con eso pudo seguir viviendo bien. Lo que no deben hacer nunca ustedes es dar una limosnita y luego hacer propaganda de la misma por todos los medios como hacían los fariseos al tiempo de Jesús”.
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