miércoles, 16 de junio de 2021

Reflexión del pastor metodista ADEMAR OLIVERA, en el transcurso del acto en MEMORIA DE MAURICIO SILVA

 

¡MAURICIO, CURA BARRENDERO   VIVE!

Mauricio Silva es la figura emblemática del cristiano que vive al límite máximo su fidelidad al Evangelio.  En quien se cumple la extraña paradoja que sentencia Jesús:                                                                                                                   “El que pierde su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” ( Marcos 8:35).   Sí, él vive para siempre la vida resucitada que nos promete Jesús.

-Su vocación sacerdotal la descubre en la Comunidad Salesiana.  Y, más tarde, en el camino de búsqueda permanente de cómo servir mejor a los más vulnerables, Mauricio encontrará en la Fraternidad “Hermanitos del Evangelio” que su lugar era como barrendero, una tarea considerada muy despreciada.  Desde allí podría dar testimonio de su fe y de su compromiso con los pobres.

-Él sabía que los “pobres” son los elegidos de Dios.  Dios los ama especialmente, no por ser “buenos”, sino por ser pobres.  Según la Biblia, “pobres” no son sólo los carenciados, los que no alcanzan el índice medio de ingresos que les permita su sostén y el de su familia; sino quienes no tienen lo suficiente para lograr una vida digna; son los oprimidos, las víctimas de un sistema injusto que les impide ser “personas”; los excluidos, los “nadies”. 

Por eso, Jesús  declara:  “ Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios” (Lucas 6:20).  Y el Evangelio relata que Jesús, al ver a la gente tan miserable “sintió compasión de ellos, porque estaban angustiados y desvalidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).  Recordemos que com-pasión significa “sufrir con”, ponerse en el lugar del otro que sufre.

Seguramente Mauricio tuvo el mismo sentimiento al asumir la tarea de barrendero, y ver de cerca las marcas y el sufrimiento que produce la pobreza.  Comparte con sus compañeros de trabajo, hace suyos el dolor, la angustia y la tristeza.  También les trasmite  su solidaridad y un mensaje de esperanza.  De esa manera  cumple su vocación de ser su pastor, ser testigo de Jesús.

 En el Nuevo Testamento, “testigo” es sinónimo de “mártir”; el que sufre y muere por causa de su compromiso y su fidelidad al Evangelio de Jesucristo, inspirado y con la fuerza del Espíritu.  (Apoc. 6:9; 17:6).

Si hoy Mauricio estuviera físicamente con nosotros, probablemente  nos diría que él es simplemente parte  de esa enorme “nube de testigos” que se describe en la Carta a los Hebreos (Caps.11 y 12).  Allí se pone el ejemplo de numerosos personajes que en vida no alcanzaron a ver realizados sus esperanzas y sueños; pero que todos ellos figuran en el Libro de la Vida y de la Historia, como precursores de testimonios vivos de fidelidad y esperanza.  Y el texto culmina con una exhortación:

“Por tanto, fijémonos en estos innumerables testigos, verdadera nube que nos tiene envueltos; dejemos toda carga inútil y librémonos del pecado que nos asedia, para correr con perseverancia la prueba que tenemos adelante.                                                                                                                                      Levantemos la mirada hacia Jesús del cual viene nuestra fe y que le dará su premio.  Él se fijó en la felicidad que le estaba reservada, y por ella no hizo caso de la vergüenza de la cruz, sino que fue a padecer en ella, en adelante está sentado a la derecha del trono de Dios”  (Hebreos 12:1-2).      Que así sea. ¡AMÉN!

Pastor Ademar Olivera.                                                                                                        14 de junio de 2021.

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