No vamos a hablar sobre las tentaciones porque estamos seguros que todos las reconocen de inmediato.
Hoy desperté tempranito y recordé un relato de Orlando, contado por él aquí en casa en cierta ocasión de charlas distendidas.
Estando en el cautiverio, lo mantenían esposado, las manos a los pies, en posición fetal, así durante mucho tiempo.
Cierta noche uno de sus carceleros decidió
abrirle las esposas, entonces Orlando aprovechó a desperezarse mucho, se estiró
y se estiró y se quedó dormido. En la madrugada, se despertó y se dio cuenta de
que estaba suelto, pero pensó que si el relevo del guardia veía esa escena
alguna pena le caería al que se olvidó cerrarle las esposas, entonces él mismo
se las cerró.
Cuando este retorna a su turno, se da cuenta lo
que pasó y aunque nunca hablaron sobre eso, la relación del carcelero con
Orlando cambio radicalmente. El hombre le hablaba de su vida y cosas así.
Lograban un dialogo que a ambos les hacía mucho bien.
Orlando pudo trascender su terrible situación
y pensar en el otro y en lo que le podía ocurrir, ya que sus carceleros tenían el poder sobre ellos en ese momento; el poder de hacer el mal, dañar.
Orlando pudo optar por devolver mal con mal,
pero, llevado por el Espíritu, optó por el bien y eso tuvo sus consecuencias.
Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu.
¿ Me, nos dejamos conducir por el Espíritu?
Nos conduce hacia la conversión, nos aproxima a
Jesús que vive en nosotros. Somos templo del Espíritu.
¿Le doy, le damos el lugar que tiene en nuestro diario
vivir?
Este es el tiempo propicio. Aprovechemos.
Estemos alerta porque no sabemos la hora en que llegará.
El tiempo es hoy. Hagamos el bien, aunque nos
duela, como a Orlando, como a Jesús.
Madilene.
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