Jesús agradece al Padre porque quiso revelarse a los pequeños y humildes. El Padre se revela a Jesús como un Dios de humildes, no de sabios y poderosos, sino de pequeños.
Yo le agradezco al Padre y a Jesús lo que voy
a relatar.
Tuve una de las experiencias más fuertes de
mi vida en un retiro con chicos sordos profundos, en un pentecostés, y se nos
reveló este evangelio de una manera muy especial, nunca lo olvidaré.
Eran siete u ocho muchachos y yo. Ellos
habían pedido el retiro, era la primera vez que esto ocurría, justo en la
preparación para la confirmación. Para mi sorpresa, después de cenar me
pidieron para quedarse en oración en la noche, en dónde sucedieron muchas
cosas, algunas ya la he contado acá, hoy contaré algo más porque tiene que ver
con este evangelio y lo que sucedió allí.
Estábamos todos sentados alrededor de una
mesita con una vela encendida y nuestras biblias cerradas aún. Orábamos con
gestos espontáneos, alabando a Dios por largo rato. Entonces Mathías, uno de
los chiquilines tomó su biblia y la abrió en determinado lugar sin buscar, y
era este Evangelio. Él lo leyó en lengua de señas, todos observábamos
atentamente, cuando terminó, él se paró y fue adentro de la casa. Al regresar
traía un balde en la mano y una toalla. Lo mirábamos y no entendíamos qué pasaba,
pero él se agacho frente a su compañera y empezó a lavarle los pies, y al
terminar con ella siguió haciéndolo con todos nosotros.
¡Nos
había lavado los pies!
Estábamos tan conmovidos con aquel gesto que
me es imposible describir lo que mi corazón sentía y siente al recordar. Era
como si el mismo Jesús estuviese allí
lavándonos los pies para mostrarnos el camino a seguir y cuál era el amor que
debíamos de tener unos con otros.
Pasado algún tiempo, un día le pregunté por
qué había hecho aquello, y él me dijo que Jesús le había pedido, y que al
hacerlo nos veía diferentes, su corazón se había ensanchado.
Así es el Padre. Así es Jesús, su pedagogía
es el ejemplo de cómo servir y amar. Solo se necesita abrir el corazón a ese
amor para que florezca.
Quiere que aprendamos de Él que es manso y
humilde de corazón, siendo Dios les lavó los pies a los discípulos en la ultima
cena y nos dejó ese ejemplo. Hecho este, que lamentablemente no quedó en la
celebración de las misas, solo el jueves santo.
Dejémonos lavar por Él no solo los pies sino el corazón todo, y
lavemos los pies a quien se nos presenta en el camino con hambre,
sed, sin techo y principalmente sin afectos. Abracemos más.
Amemos más en concreto. Eso nos pide.
Nada hecho con amor quedará sin recompensa.
Madilene.-
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