"Nuestro mundo sigue en las garras de una Tercera Guerra Mundial que se libra poco a poco y, en el trágico caso del conflicto de Ucrania , no sin la amenaza de recurrir a las armas nucleares". Este es el grito de alarma lanzado por el Papa Francisco en el mensaje enviado al cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson , canciller de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales con motivo del Congreso sobre Pacem in Terris organizado por la institución vaticana. El reportaje es de Francesco Antonio Grana , publicado por Il Fatto Quotidiano , 19-09-2023. Palabras que llegan un día después de la audiencia privada de Bergoglio con el nuevo embajador ruso ante la Santa Sede , Ivan Soltanovsky , para presentarle cartas de credibilidad. El diplomático es una persona de extrema confianza para el presidente Vladimir Putin y un gran amigo del Patriarca de Moscú Kirill . Todo ello mientras el canciller ruso, Serguéi Lavrov , anunciaba un nuevo viaje a Moscú del cardenal Matteo María Zuppi , presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y arzobispo de Bolonia , como enviado del Papa para la misión de paz en Ucrania . El cardenal ya estuvo en Kiev , Moscú , Washington , donde se reunió con el presidente Joe Biden , y Beijing .
En su mensaje, Bergoglio regresa al 11 de abril de 1963, hace exactamente sesenta años, cuando San Juan XXIII publicó su testamento encíclico menos de dos meses después de su muerte. De hecho, escribe Francisco, “el momento actual es inquietantemente similar al período inmediatamente anterior a Pacem in Terris, cuando en octubre de 1962 la crisis de los misiles cubanos llevó al mundo al borde de una destrucción nuclear generalizada. Lamentablemente, en los años transcurridos desde aquella amenaza apocalíptica, no sólo han aumentado el número y la potencia de las armas nucleares, sino también otras tecnologías de guerra, e incluso el consenso de larga data sobre la prohibición de las armas químicas y biológicas está en peligro. Hoy, más que nunca, debemos prestar atención a la advertencia profética del Papa Juan de que, a la luz de la terrible fuerza destructiva de las armas modernas, es aún más evidente que “las relaciones entre Estados, como entre individuos, deben regularse no por la fuerza armada , pero de acuerdo con los principios de la recta razón: es decir, los principios de verdad , justicia ycooperación vigorosa y sincera ”. El Papa también destaca las partes de la encíclica de Roncalli dedicadas al desarme y a los caminos hacia una paz duradera. Escribe Bergoglio : “Espero que sus deliberaciones, además de analizar las actuales amenazas militares y tecnológicas a la paz, incluyan una reflexión ética disciplinada sobre los graves riesgos asociados con la posesión continua de armas nucleares, sobre la urgente necesidad de renovar los avances en materia de desarme y desarrollo de iniciativas de consolidación de la paz. En otro lugar he manifestado mi convicción de que el uso de la energía atómica con fines bélicos es inmoral, del mismo modo que la posesión de armas nucleares es inmoral. Es responsabilidad de todos nosotros mantener viva la visión de que un mundo libre de armas nucleares es posible y necesario. En este caso, el trabajo deLas Naciones Unidas y las organizaciones relacionadas siguen siendo cruciales para aumentar la conciencia pública y promover medidas regulatorias apropiadas."
Para Bergoglio , “la preocupación por las implicaciones morales de una guerra nuclear no debería eclipsar los problemas éticos cada vez más urgentes que plantea el uso en la guerra contemporánea de las llamadas 'armas convencionales', que deberían utilizarse sólo con fines defensivos y no directamente contra objetivos civiles. . . Espero que una reflexión profunda sobre esta cuestión conduzca a un consenso en el sentido de que tales armas, con su inmenso poder destructivo, no se utilizarán de manera que causen “daños o sufrimientos innecesarios”, en palabras del Secretario de Estado de San Petersburgo. Declaración . Los principios humanitarios que inspiraron estas palabras, fundados en la tradición del ius gentium, siguen siendo tan válidos hoy como cuando fueron escritos por primera vez, hace más de ciento cincuenta años”. Finalmente, Francisco hace suya la esperanza de Roncalli para que “por la fuerza y la inspiración de Dios, todos los pueblos se abracen como hermanos y hermanas, y para que la paz que anhelan florezca y reine siempre entre ellos”.
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