"No sólo porque es quizás el reflejo más extremo de la sociedad capitalista, sino también porque el sobreconsumo que se produce en esos días tiene graves consecuencias sobre el medio ambiente y los trabajadores"
"Pensar espontáneamente que no hay alternativa al consumismo y al capitalismo es precisamente el triunfo del control que esta ideología tiene sobre nuestras vidas"
"Si cambiar los hábitos de consumo es un proceso largo y agotador, abstenerse de comprar algunos días al año es un pequeño gesto, pero de enorme significado"
El Black Friday es también un problema y, sobre todo, un problema ético. No sólo porque es quizás el reflejo más extremo de la sociedad capitalista, sino también porque el sobreconsumo que se produce en esos días tiene graves consecuencias sobre el medio ambiente y los trabajadores.
Para las personas con bajo poder adquisitivo, un día de descuentos sumamente ventajosos podría ser la oportunidad de comprar algo que en otras épocas del año no pueden permitirse. Sin embargo, si nos fijamos bien, durante el Black Friday las promociones se refieren principalmente a artículos de lujo innecesarios, dispositivos electrónicos que usaremos una vez en la vida y luego dejaremos acumular polvo en un estante, o ropa y accesorios que también se pueden encontrar en descuento en otras épocas del año. El problema existe cuando, en un solo día, millones de personas compran millones de productos a unos pocos minoristas, a menudo superfluos e innecesarios, o se dejan llevar por la euforia de la compra.
Si, como decía Walter Benjamin, el capitalismo es como una religión, el Black Friday es su Pascua, una "fiesta" en la que se celebra su omnipotencia exacerbando todos los aspectos. Si todos sabemos cuáles son las positivas -la gratificación de la compra pero, quizás, también la de haber "cerrado un trato" (que es, en el caso de bienes inútiles, un trato sólo para empresas)-, preferimos no pensar en las negativas…. El Black Friday es insostenible, también porque ya no es sólo un día de locura al año: los boletines informativos empiezan a bombardearnos con ofertas, cupones y promociones hasta la saciedad. Para unirse al “Singles’ Day”, a la “Black Week”, al “Black Weekend” al “Cyber Monday”, y así hasta Navidad.
Ahora parece tan natural comprar cualquier cosa el Black Friday (o cualquier otro día festivo real o salido del departamento de marketing de alguna megaindustria) que no podemos imaginar nuestra vida sin ello. Pero pensar espontáneamente que no hay alternativa al consumismo y al capitalismo es precisamente el triunfo del control que esta ideología tiene sobre nuestras vidas. Antes de realizar compras compulsivas… es bueno y necesario preguntarse: ¿realmente lo necesito? ¿Lo usaré en mi vida diaria? ¿Estoy seguro de que no se explotó a ningún trabajador para producirlo? ¿Qué impacto ambiental tendrá? Si se rompe, ¿podré repararlo o me veré obligado a tirarlo? ¿…?
Durante el Black Friday nos convencemos de que podemos comprar lo que queramos y que tenemos un poder adquisitivo ilimitado. Luego llegan los paquetes, hay un momento inicial de entusiasmo, pero al final volvemos a donde estábamos antes: queremos comprar más. Si cambiar los hábitos de consumo es un proceso largo y agotador, abstenerse de comprar algunos días al año es un pequeño gesto, pero de enorme significado.
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