“Nos
azotan en público, sin previa sentencia, nos meten en la
cárcel, ¿y ahora pretenden echarnos a escondidas? Ni hablar.
Que vengan ellos en persona a sacarnos”. (Hch 16, 37).
Muchos
teólogos de la Liberación azotados en público y encarcelados.
Teología
de la liberación: ayer maldita y perseguida, hoy bendita y elogiada
El iniciador y “padre” de la Teología de la liberación, Gustavo
Gutiérrez, procesado por la autoridad vaticana, fue
recibido en persona por el Papa Francisco. Su máximo
representante Gerhard
Müller dijo:
“ La teología de la liberación está unida para mí al rostro
de Gustavo Gutiérrez, a su enseñanza y al encuentro vivo con
los pobres. Su teología
es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el
adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe”.
Preliminar
No
me interesaría la Teología
de la Liberación
si no fuera por tres razones: primera, porque hubo
muchísima gente
que, sin informarse, desconfiaron de ella y la condenaron
siguiendo el dictamen de la jerarquía eclesiástica; segunda,
porque esa gente no llegó a conocer la novedad de la Teología de la
Liberación y lo que supuso de represión y sufrimiento para
muchos teólogos; y tercera, porque sin ella se privó a la
Iglesia de un nuevo modo de anunciar el Evangelio, que le hizo perder
credibilidad y la distanció aún más del mundo moderno.
Nunca
en la historia de la Iglesia se suscitó tanta preocupación
sobre un tema que, a primera vista, parecía irrelevante. Algo
inesperado saltó a la sociedad con la Teología de la Liberación,
pues puso en alarma a los centros más sensibles del Poder civil y
religioso. Estamos en los años posteriores al concilio
Vaticano II y al primer Encuentro del Episcopado Latinoamericano en
Medellín año 1968, y ya pudimos leer: “Si
la Iglesia latinoamericana cumple los acuerdos de Medellín ,
los intereses de Estados Unidos están en peligro en América latina
“
(Rockefeller).
“La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar
(y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la Teología de la
Liberación tal como es utilizada en América latina por el
clero de la Teología de la Liberación”
(Documento de Santa Fe, siendo presidente Reagan).
Vieja
novedad de la Teología de la Liberación: recuperar a Jesús
La
Teología de la Liberación traía a primer plano la vida de Jesús
de Nazaret, con todo el escenario sociocultural y político de su
tiempo. Era imposible comprender al Jesús de la fe, al Jesús
resucitado, si se lo desposeía de su condición humana histórica.
La suerte de Jesús, su calvario y crucifixión, no habían sido
efecto del azar, del fatalismo o de la voluntad divina, sino
del hecho de haber vivido una opción radical por la verdad, por la
justicia y por la liberación de los oprimidos. Su proyecto, – el
anuncio del reino de Dios-, era incompatible con el proyecto imperial
romano y con el proyecto religioso de Jerusalén. Y por
ello ambos –imperio y sinagoga- se unirían para eliminar a Jesús
y su proyecto.
La
Teología de la Liberación no buscaba sino aplicar a nuestro tiempo
lo que Jesús hizo en el suyo: denunciar la opresión que, en nombre
del emperador y de Dios, se sigue ejerciendo sobre las personas y los
pueblos. Era, así, la Teología de la Liberación una teología
nueva, que reivindicaba la dignidad y derechos de toda persona,
sacudía la alianza de la religión con el poder dominante, devolvía
dignidad y esperanza a los despreciados y excluidos, soliviantaba a
quienes veían en ella una amenaza para su seguridad e intereses y
todo ello porque bebía de la fuente del Evangelio.
Sonaron
falsas las alarmas, pero fue calumniada y perseguida
Comenzando
por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez (iniciador y llamado
“padre” de la teología de la liberación) han sido luego
centenares los teólogos que la cultivaron y defendieron, miles
los libros y artículos que sobre ella se han escrito, miles las
iniciativas y actividades pastorales que en ella se han
inspirado, miles las comunidades de base que en ella se han fraguado
y miles y aun millones los cristianos (políticos, sindicalistas,
maestros, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, etc.) que
la generaron y recibieron de ella luz y fuerza para su caminar
comprometido.
Pero
surgieron pronto las alarmas que la señalaban como heterodoxa
y reclamaban para ella controles y sanciones. Había
grupos eclesiales donde mencionar la Teología de la Liberación era
tabú. Aún recuerdo el comentario que un amigo hacía de otra
persona al enterarse que un teólogo iba a hablar de este tema, –
Es la peste, dijo. Y ayudé a una joven que, interesada por el
tema, escuchó de su directora estas palabras: – ¡Pero si los
teólogos de la liberación son como los masones dentro de la
Iglesia!
Y
los prejuicios y la hostilidad se hicieron irreversibles después que
el mismo cardenal Ratzinger,
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, expresara que
los grandes males de la Iglesia actual se deben sobre todo al pos
concilio,
pero también al Concilio mismo. Y, refiriéndose a la Teología de
la liberación, sentenció ver en ella “un error sobre un
núcleo de verdad”, elaborada por teólogos que “han hecho
propia la opción fundamental marxista” y que “se ha dejado
sugestionar por el punto de vista inmanentista, meramente terrenal,
de los programas de liberación secularizados”.
Ratzinger
fue recibiendo contestación adecuada a sus infundadas afirmaciones.
Cito por lúcida y contundente la dada por el obispo
Pedro Casaldáliga:
“Siempre lo hemos dicho, la Teología de la Liberación es teología
y es de liberación no porque optó por Marx
sino por el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y
sus pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud. La
situación de los 2/3 de la humanidad es contraria a la
voluntad de Dios y la Teología de la Liberación asume el compromiso
de transformar esa situación. Sólo a los enemigos del pueblo irrita
la Teología de la Liberación. Y por eso la han calumniado y la han
perseguido”.
Se
entenderá fácilmente que, a partir de esta posición oficial,
fueran creciendo las falsedades sobre la Teología de la Liberación
y sus teólogos:
– Los
teólogos de la liberación hacen suya la filosofía marxista.
– Reducen
el Cristo del Evangelio al Cristo de la “sola liberación
temporal”.
– La
Buena Noticia del Evangelio es sólo para los pobres, pero
entendidos “como una opción de clase” y según criterios
puramente políticos e ideológicos y con sentimientos de odio y
lucha entre hermanos.
– Presentan
una “iglesia popular” en contra de “una iglesia burguesa”
reintroduciendo de esta manera los conflictos de clase en el
interior mismo de la Iglesia.
– Se
someten a ideologías extrañas y olvida la “doctrina social
de la Iglesia “ por considerarla inviable.
Estas
calumnias, que no se encuentran en ningún teólogo de la liberación,
fueron difundidas desde muchas plataformas de la Iglesia oficial.
La
novedad de la teología de Liberación
Es
ahora cuando, después de lo mucho que se la difamó, considero
esencial señalar lo más básico de la Teología de la Liberación.
• La
Teología de la Liberación surge de las necesidades de un mundo
mayoritariamente pobre y oprimido y al que quiere liberar desde la
fe. Incluye negativamente
una liberación del pecado, de la esclavitud y de la muerte y
positivamente
una liberación centrada en el Reino de Dios, en la creación de un
hombre nuevo y en la consumación de la historia. Liberar es la
finalidad última de la teología de la Liberación, con lo que
deslegitima el ataque que la Ilustración siempre lanzó contra
la teología de ser esclavizadora de la subjetividad y libertad
humanas y legitimadora de la opresión histórica. La Teología de la
Liberación se mueve sobre la necesidad absoluta de liberar a la
realidad oprimida, a los pueblos que mueren lentamente o son
crucificados, a las personas y pueblos que son oprimidos. Y
tiene como destinatario a esa gran mayoría en cuanto
no-hombres y en cuanto no-pueblos.
• La
Teología de la Liberación hace hincapié en la liberación del otro
y de lo otro, a diferencia de la teología europea que se centra en
el propio sujeto creyente; habla del Reino de Dios como referente y
medida de la transformación que hay que realizar en este mundo
y afirma además que tal Reino es para implantarlo ya en este mundo y
lograr así que la vida de los pobres llegue a ser realidad.
• La
Teología de la Liberación tiene como fuente de conocimiento la
revelación de Dios en la Escritura, la Tradición eclesial y
el Magisterio de la Iglesia. Pero, también y previo a la
revelación de Dios en los textos, existe la real revelación de Dios
en la historia, del pasado
y del presente.
Dios sigue manifestándose en los llamados signos
de los tiempos:
“La miseria colectiva que clama al cielo y el anhelo de liberación
de todas la esclavitudes”, fue sancionado por el Episcopado
Latinoamericano (Medellín 1968) como uno de esos signos.
• En
esta línea, la revelación de Dios se halla sobre todo en la
respuesta que los fieles, con su praxis , dan a esa revelación a
través del seguimiento de Jesús, de la misericordia, la defensa de
la vida, etc. Hacer todo esto, “Significa asumir dentro del
conocimiento la dialéctica del mismo Dios en cuanto encarnado
en la historia, privilegiadamente en Jesucristo; significa que Dios
no es puramente alteridad trascendente con respeto a la historia sino
que se da él mismo a la historia” (J.
Sobrino).
• La
Teología de la Liberación no se contenta con que la inteligencia se
reduzca a la captación del sentido del ser: “La inteligencia
en este quehacer teológico tienen una triple dimensión: el hacerse
cargo de la realidad, el cargar con la realidad y el encargarse de la
realidad” (Ignacio
Ellacuría).
Conocer
es estar en la verdad de las cosas y para estar en la verdad de las
cosas hay que encarnarse en la verdad de la realidad, dejar que hable
y dejarse afectar por ella, lo cual lleva a utilizar los
conocimientos necesarios: científicos, filosóficos, ético-sociales,
etc.
Pero,
y además, encarnarse en la realidad es encarnarse en el
mundo de los pobres, lo que exige ser parcial.
Y si es cierto que ningún lugar parcial es la
totalidad, cada vez se demuestra con mayor claridad que desde
los pobres, desde el Tercer Mundo, se conoce mejor la totalidad que
desde su contrario: “Desde el Tercer Mundo se conoce la verdad de
éste y se descubre mejor la verdad del primero; lo cual no acaece a
la inversa” (J.
Sobrino).
Convéncete, me decía Casáldaliga en una entrevista: “Sólo en la
medida en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá
ayudar al Tercer Mundo. Para mí esto es dogma de fe. Si el Primer
Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir “humanamente”
el Tercer Mundo. Mientras haya un Primer Mundo habrá privilegio,
exclusión, dominación, lujo y marginación. Si vosotros en el
Primer Mundo no resolvéis ser un Mundo humano, nosotros no podemos
serlo”.
• La
Teología de la Liberación confiere un determinado talante a quienes
se guían por ella y no debiera faltar en ningún otro tipo de
teología. Este tipo de teología está siempre dispuestas a
verificar si se hace con fidelidad a lo revelado por Dios y si
produce en el pueblo de Dios lucidez y ánimo para la construcción
de su Reino. Si una teología produce desinterés por el Evangelio y
se hace incomprensible a las mayorías debe cambiar. Nunca un método
del quehacer teológico puede absolutizarse, sino que deber estar
abierto al cambio.
La
Teología de la Liberación debe ser servicio para la liberación
histórica y transcendente, y esto le hace convertirse en
práctica de amor, como debe serlo todo quehacer cristiano. La
teología debe ser compasiva y desde la compasión descubrir las
causas que a tantos empobrecen y los hace sufrir, y buscar
creativamente soluciones, por lo que, introducida en los conflictos
de la historia, se enfrentará a las falsas divinidades y
difícilmente podrá escapar a la persecución de los poderes de este
mundo.
Esta
teología debe hacerse dentro del pueblo de Dios, en relación y
solidaridad con todos sus estamentos, de él recibirá ayuda y
con él, y en medio de él, podrá responder a los problemas
reales. Si la Iglesia es Pueblo de Dios y es una Iglesia de los
pobres debe ejercer su responsabilidad en medio de ella.
La
teología de la Liberación, poseída por el espíritu de las
Bienaventuranzas, será profundamente espiritual, misericordiosa,
limpia de corazón, creativa, motivadora de oración, de confianza y
disponibilidad, hasta adentrarse en el misterio de Dios.
Y,
finalmente, junto al rigor de su método, avanza con esos ojos
nuevos, que recibe del compartir con los pobres. Sólo así puede
tocar lo más sagrado que es experimentar a Dios, su Reino y a Jesús
como buenos, buenos para el hombre y la historia, buenos porque
humanizan y salvan, buenos sobre todo para los pobres y su
liberación.
La
Teología de la Liberación de la Periferia, contra la Teología del
Centro.
Se
había establecido un Orden socioeconómico y político mundial de
acuerdo a las leyes del más fuerte, consagrado éticamente y
bendecido por la voluntad de Dios. De esa manera, ese Orden
quedaba consolidado en países tradicionalmente cristianos y obtenía
legitimidad de la teología oficial. Cualquier
intento de cambio era considerado sacrílego.
Externamente
los centros financieros y políticos no dudaban en apropiarse de esta
Teología que en nada los cuestionaba, fomentaba la resignación
y mostraba las desigualdades sociales y los males como pruebas
mandadas por Dios para santificarse y acumular méritos para el
cielo. Una teología ésta, indiferente, que enaltecía la
gloria de Dios y, a la par, justificaba la conculcación de los
derechos humanos y en especial de los más pobres.
En
1984, 32 teólogos de la revista europea Concilium,
escribieron: “La Teología de la Liberación busca afrontar
el problema de los oprimidos a la luz de la fe y promover su
liberación integral. Sabemos que existen grupos integristas o
neoconservadores que al rechazar un cambio social y pregonar una
religión que pretende ser apolítica, luchan contra los movimientos
de liberación y defienden una línea que es, de hecho, una ofensa
contra los pobres y oprimidos. Un signo de fecundidad del
Evangelio es hoy el hecho de que el mensaje cristiano sea
vivido en contextos diferentes y de diversas maneras. Nuestra revista
Concilium
se manifiesta solidaria con los teólogos de la liberación no sólo
en cuanto a su pensamiento teológico sino en cuanto a sus
compromisos concretos. Creemos que en los movimientos y teólogos de
la liberación se decide de alguna manera el futuro de la Iglesia, la
llegada del Reino de Dios y el juicio de Dios sobre el mundo”.
En
el mismo año 1984, 40 teólogos españoles de la Asociación
Juan XXIII escribían:
“Compartimos con los teólogos de la liberación la tarea de
elaborar en la “óptica del pobre” una reflexión cristina
rigurosa, una espiritualidad del seguimiento de Jesús , una Iglesia
comunitaria y una acción pastoral solidaria con los desheredados de
la tierra en el interior de un pluralismo de opciones que no rompe
con la comunión eclesial”.
Por
supuesto, de estos movimientos de liberación y de sus comunidades de
base surgía un nuevo impulso de reforma y una nueva teología que
ponía en cuestión el quehacer teológico tradicional. “La
teología que se forma dentro de este impulso y que los sustenta no
se presenta en contra de la autoridad de la Iglesia, sino bajo la
autoridad del Espíritu… En el seguimiento al Hijo del Hombre,
aquellos que han vivido hasta ahora “como si fueran hijos de
nadie” se convierten en sujetos en el resplandor de Dios”
(Johann
Baptist Metz).
El
ensimismamiento de la Iglesia en sí misma, acompañado de una
teología indiferente ante el dolor y esclavitud de mayorías,
desarrollaba continuas y pomposas ceremonias religiosas, orientadas a
asegurar el negocio de la propia salvación; enarbolaba preceptos,
doctrinas, leyes y dogmas que se habían de saber de memoria;
promovía rezos y misas interminables, pero todo a la postre quedaba
como obras piadosas, sin plantear para nada lo que la vida de
Jesús pedía denunciar y hacer en cada lugar y momento de la
sociedad.
Esperamos
que cuantos por ignorancia u otras causas abominaron de la teología
de la liberación, se abran a ella y se dejen convertir como lo hizo
el actual Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe,
Gerhard
Müller:
“ La teología de la liberación está unida para mí al rostro de
Gustavo Gutiérrez, a su enseñanza y al encuentro vivo con los
pobres; con él experimenté un giro decisivo en mi enfoque
teológico. El nos enseñó que aquí se trata de teología y no de
política, de un programa práctico y teórico que pretende
comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la
luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador
y liberador del Hombre. La
teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el
que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña
el adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe”.
(*)
Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo claretiano.
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