EL REGRESO DE JESÚS
Frei Betto
Escritor y asesor de movimentos sociais
Brasil
Adital
Sin llamar la atención, Jesús volvió a la Tierra en diciembre del 2010.
Adital
Sin llamar la atención, Jesús volvió a la Tierra en diciembre del 2010.
Vino en la persona de un buscador de
material reciclable, que vivía en la calle. Comía de lo que preparaban
vendedores ambulantes o sobras que le daban los restaurantes por la puerta de
servicio.
Andaba siempre con una paloma posada en el hombro derecho.
Andaba siempre con una paloma posada en el hombro derecho.
A la puerta de un teatro se extrañó
del modo como le miraban las personas bien vestidas. Recordó que, en la
Palestina del siglo 1°, su presencia suscitaba curiosidad en algunos y aversión
en otros, como los fariseos y saduceos.
Ahora predominaba la indiferencia. En la
gran ciudad se sentía un don nadie. Un ser invisible.
Al recoger latas de desecho a la puerta de
una facultad ningún estudiante o profesor le miró. “Si estuviera un rato
hurgando en los desperdicios las personas manifestarían asco”, pensó. Ahora
nada. Ni lo notaban. Consideraban completamente normal que un hombre andrajoso
hurgara en la basura.
Gracias a su mirada sobrenatural, capaz de
penetrar el alma y la mente de las personas, Jesús sabía que casi todos eran
cristianos…
Robaron un auto frente a la facultad. La
víctima, una estudiante quirúrgicamente embellecida, le señaló como sospechoso
de ser cómplice de los ladrones. La policía, sin pistas acerca de los
delincuentes, decidió apresarlo para aplacar la ira de la joven, hija de un
empresario.
El comisario le preguntó: -¿Su nombre? –Jesús.
-¿Jesús de quién?
–Del Padre y del Espíritu Santo.
El comisario le dictó al secretario: -Jesús de la Paz, natural del Espíritu Santo. La policía sabe distinguir entre bandidos y gentes de la calle. Tan pronto como la joven y sus padres dejaron la comisaría Jesús fue dejado libre.
El comisario le preguntó: -¿Su nombre? –Jesús.
-¿Jesús de quién?
–Del Padre y del Espíritu Santo.
El comisario le dictó al secretario: -Jesús de la Paz, natural del Espíritu Santo. La policía sabe distinguir entre bandidos y gentes de la calle. Tan pronto como la joven y sus padres dejaron la comisaría Jesús fue dejado libre.
Recorrió la avenida, fijándose en los escaparates
de los comercios. Todos llenos de arreglos de Navidad. Trató de ver un
nacimiento, con los reyes magos, una imagen del Niño Jesús… pero sólo vio un
viejito de barba blanca, gordo, con la cabeza cubierta con un gorro tan rojo
como la ropa que vestía. El niño nacido en Belén había sido sustituido por Papá
Noel.
La fiesta religiosa cedió su lugar al
consumismo compulsivo y al intercambio frenético de regalos.
Quedó impresionado por los rápidos
chispazos coloridos de los televisores expuestos en las tiendas. La profusión
de anuncios.
Comentó con el Espíritu Santo: -Si en
aquella época hubiera habido televisión habrían retransmitido el sermón del
monte como un discurso subversivo y habrían exhibido en el programa Fantástico
la multiplicación de los panes. Y si yo lo hubiera permitido, una marca
cualquiera de cerveza hubiera deseado patrocinarme…
En su búsqueda de material reciclable Jesús
se sorprendió con la cantidad y variedad de basura. ¡Cuántas cosas que no
conocía! ¡Cuántas cosas superfluas consume la gente! ¡Cuánta devastación de la
naturaleza!
Durmió en un banco de la plaza. Pero se dio
cuenta de que había desaparecido su saco repleto de latas y papeles.
Posiblemente lo habría llevado otro buscador. Un pobre robando a otro pobre.
Resignado, pasó el día rebuscando entre la basura a fin de ganar unas monedas
con que garantizar la comida.
Ya tarde en la noche se vio delante de una
iglesia, y decidió entrar. Los fieles, al verlo tan harapiento, torcieron la
nariz. Jesús prefirió quedar de pie al fondo del templo. Comenzaba la Misa del
Gallo.
Se fijó en que el cura tenía la cara
triste, como si celebrase un ritual mecánico. El sermón le sonó como moralista.
No sintió que hubiera allí la alegría de la conmemoración del nacimiento de
Dios hecho hombre. Los fieles parecían estar apurados, ansiosos por regresar a
sus casas a hartarse con la cena navideña.
Terminada la misa Jesús deambuló por la
ciudad. Por las calles había bolsas de basura repletas de embalajes para
regalos, cajas de cartón, huesos de pollo y de pavo, cáscaras de huevos…
Observó a los moradores de un edificio
reunidos en el salón del piso bajo. Comían vorazmente, consumían garrafas de
vino espumoso, intercambiaban regalos, besos y abrazos. Allí no había nada, ni
un símbolo siquiera, que recordara el significado original de esta fiesta.
Pasó delante de una panadería y el
panadero, al ver al rebuscador, le pidió que esperara. Regresó con una bolsa de
panes, lonchas de salami y un refresco. –Es -le dijo el hombre- para que
celebre la Navidad.
Jesús llegó a una plaza semioscura. Allí
estaba una mujer excesivamente maquillada. Buscó un banco y se sentó a comer.
La mujer se le acercó y le dijo: -Eh, amigo, ¿qué tienes ahí? –Pan, salami y
refresco. –Hoy no comí nada, y la noche está mala.
Ya hace dos horas que estoy aquí y no vino
ni un cliente. Creo que en la noche de Navidad los tipos sienten culpa de estar
con una mujer de la calle.
Jesús preparó un bocadillo y se lo dio a la mujer.
–Si no te importa beber de la misma botella…
-¿Acaso tengo asco de algo?, susurró la mujer; si lo tuviera no andaría rondando con mi bolso por la calle.
-¿No tienes familia?
–La tengo en el campo. Dejé aquella miseria para intentar conquistar una vida mejor aquí en la ciudad. Pero como no fui a la escuela tengo que alquilar mi cuerpo.
-¿Esta noche de Navidad no significa nada para ti?
-Caray, no te imaginas lo que lloré hoy allá en la pensión.
Jesús preparó un bocadillo y se lo dio a la mujer.
–Si no te importa beber de la misma botella…
-¿Acaso tengo asco de algo?, susurró la mujer; si lo tuviera no andaría rondando con mi bolso por la calle.
-¿No tienes familia?
–La tengo en el campo. Dejé aquella miseria para intentar conquistar una vida mejor aquí en la ciudad. Pero como no fui a la escuela tengo que alquilar mi cuerpo.
-¿Esta noche de Navidad no significa nada para ti?
-Caray, no te imaginas lo que lloré hoy allá en la pensión.
La gente era pobre pero cada noche de
Navidad mi madre mataba un pavo y antes de comer la familia rezaba el rosario y
cantaba Noche de Dios. Aquello me hacía muy feliz. No puedo recordarlo sin que
las lágrimas me asomen a los ojos, dijo ella, tratando de sacar un pañuelo de
su bolsa.
La mujer hizo una pausa para enjugar las lágrimas y preguntó:
-¿Tú crees que si Jesús volviera hoy mejoraría este mundo?
-No sé… ¿Qué opinas tú?
-Creo que nadie le daría importancia si él volviera. La gente sólo quiere saber de fiesta y no de fe. Pero él debería volver. Quién sabe si este mundo enrevesado se podría enmendar.
La mujer hizo una pausa para enjugar las lágrimas y preguntó:
-¿Tú crees que si Jesús volviera hoy mejoraría este mundo?
-No sé… ¿Qué opinas tú?
-Creo que nadie le daría importancia si él volviera. La gente sólo quiere saber de fiesta y no de fe. Pero él debería volver. Quién sabe si este mundo enrevesado se podría enmendar.
–A mí no me gustaría que él volviera. Nada
se adelantaría. Hace dos mil años que vino y dejó sus enseñanzas. Unos las
siguen, otros no. Si el mundo está de esta manera, hasta el punto de que yo
tenga que buscar basura y tú alquilar tu cuerpo, la culpa es nuestra, porque no
damos importancia a lo que él enseñó.
Mira, hoy es la noche de Navidad.
¿Para quién nace Jesús?
-En mi corazón él renace todos los días; me
gusta mucho orar, no hago mal a nadie, ayudo al que puedo. Pero ¿sabes una
cosa? Me gustaría poder hablar con Jesús, así como estamos hablando nosotros
ahora.
-¿Y qué le dirías?
-Bueno, le preguntaría si ser prostituta es pecado. He oído a un cura decir que sí, y oí a otro decir que no. ¿Qué crees tú?
-Creo que Dios es más madre que padre. Y recuerdo que Jesús les dijo un día a los fariseos que las prostitutas entrarían en el cielo antes que ellos.
-¿Y qué le dirías?
-Bueno, le preguntaría si ser prostituta es pecado. He oído a un cura decir que sí, y oí a otro decir que no. ¿Qué crees tú?
-Creo que Dios es más madre que padre. Y recuerdo que Jesús les dijo un día a los fariseos que las prostitutas entrarían en el cielo antes que ellos.
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