Una comunidad en la calle...
Cada inicio de año la comunidad parroquial de Santa Rosa de Lima, en El Pinar, celebra una asamblea para evaluar el año anterior y acordar las prioridades para el nuevo año. Este 2014 las prioridades acordadas en la asamblea fueron: el impulso a las pequeñas comunidades y la salida a misionar.
En
el correr del año se formaron y consolidaron nuevas pequeñas
comunidades, espacios de encuentro fraterno entre hermanos y con la
Palabra que interpela y anima, pero también espacios de integración de
la comunidad con el barrio y del barrio con la comunidad.
Para
preparar una misión parroquial, entrado el año empezó a funcionar una
comisión abierta a toda la comunidad. En sucesivos encuentro mensuales,
bajo la luz del Evangelii Gaudium y con la participación de entre veinte
y treinta personas se acordó el “dónde”, el “cuándo”, el “quienes” y el
“cómo” de la misión.
El
lugar sería Colinas de Solymar, en la periferia del territorio
parroquial, al norte de la ruta Interbalnearia. Un barrio humilde cuya
población aumentó rápidamente durante la última crisis económica hasta
superar los cinco mil habitantes. En la parte vieja del barrio hay una
capilla dedicada a San Benito. En los últimos tiempos el invierno
eclesial llegó a Colinas de Solymar y se instaló pese al esfuerzo y la
dedicación de algunos parroquianos…, y la comunidad cristiana local
entró en un período de hibernación.
El
momento sería la semana previa a la Navidad, cuando los días son más
largos y propicios para recorrer el barrio y cuando la celebración del
nacimiento de Jesús invita al encuentro.
Los
convocados a la misión serían todos los integrantes de la comunidad,
adultos, jóvenes y niños, personas con capacidad de empatía y que
hubieran experimentado un encuentro con Jesús.
El
modo de misionar: ir al encuentro de cada vecino, escucharlo con el
corazón y dar testimonio de una comunidad abierta que vive la alegría
del Evangelio.
Cerca
de cincuenta misioneros, en grupos de tres o cuatro, el grupo de
Jóvenes y el grupo de Infancia y Adolescencia Misionera, recorrimos las
treinta manzanas que forman el barrio en las tardecitas de la semana
previa a Navidad. En cada encuentro, nos presentamos, regalamos un
plantín de tomate o zapallo como signo de amistad, escuchamos lo que
cada uno quería compartir y finalmente dimos a conocer la comunidad e
invitamos a un encuentro festivo y otro celebrativo para el sábado y
domingo siguientes.
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La
amplia mayoría de los vecinos nos recibió cordialmente y pudimos
transmitir lo que la comunidad de San Benito ofrece al barrio. Con
muchos pudimos además tener una comunicación franca y profunda. El fin
de semana nos reencontramos con muchos de ellos durante el festejo del
sábado, entre música y torta fritas, o durante los pesebres actualizados
que los grupos de niños de la comunidad prepararon como “previa” a la
misa de celebración de la Navidad.
Para algunos vecinos, esta fue una semana de reencuentro con la comunidad cristiana, para otros fue un descubrimiento encontrar que los cristianos de la Iglesia Católica forman comunidades vivas y alegres. Para los novatos misioneros, fue un gozo poder encontrarnos con tantos rostros antes sin nombre, poder aprender de sus historias, y poder ser instrumento de un Dios que quiere ser alimento para cada uno, para que ninguno se pierda. MP |
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